sábado 16 agosto 2025

Más que un saludo, una reflexión sobre el hogar y la familia

Nos encontramos por casualidad en los alrededores del supermercado de Rajayoga, en la mañana de este domingo. “Aquí, buscando unas especias verdes para mejorar el almuerzo; está dura la cosa, mi hermano, y ya tú sabes, solo con los muchachos, tengo que inventar”, me comentó con una sonrisa poco animada.

No tardé en responder: “Eso está bien, que colabores con tu esposa, todavía estamos celebrando el Día Internacional de la Mujer” y ella lo merece”. Él asintió y, casi sin pensarlo, confesó: “Es que mi esposa está fuera del país cumpliendo misión y, para ser sincero, le echo muchísimo de menos; desde que se fue, nada ha sido igual y el tiempo no me alcanza”.

A Echavarría, como lo llaman sus vecinos y compañeros de trabajo, le gusta enfatizar sus palabras con gestos, como si intentara dibujar su realidad en el aire. “Tengo dos hijos: el varón de 11 años y la niña de 8 y debo atenderlos a ellos, a la casa y cumplir con mi trabajo; a veces estoy matáo, fíjate que después del noticiero de las 8 pm (por televisión) lo único que quiero es irme a dormir, el sueño y el cansancio me dominan”, dijo con una expresión que hablaba por sí sola.

Nuestra conversación, que comenzó como un simple saludo, se extendió más de lo previsto. En un momento, con tono reflexivo, me confesó: “Desde que mi esposa se fue, me he dado cuenta de todo lo que valen las mujeres y el sacrificio que hacen para atender su trabajo, la casa y la familia; ahora las valoro mejor”.

La lección para Echavarría ha sido clara, y su conclusión, contundente: “Mis hijos me han ayudado en lo que han podido, pero tú sabes cómo es eso”, comentó entre risas. “Lo que sí te aseguro es que nunca más la dejaré sola; cuando regrese, que ya le queda un año, siempre tendrá mi apoyo, los asuntos de la casa los compartiremos, y ella lo sabe, porque cuando vino de vacaciones lo hicimos así, y así seguirá siendo”.

Para molestarlo un poco, le reproché: “Con lo machista que tú eres, lo dudo”, y el no dudó en responder: “Ya ese tiempo pasó, mi socio”.

Nos reímos y nos despedimos tras casi media hora de conversación. Me fui pensando en que, esta vez, así será, y ojalá muchos más hombres lleguen a la misma conclusión: nuestras esposas, hijas, mujeres todas, merecen esa atención, no solo en un día especial, sino todos los días.

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