Esta mañana invernal de febrero me desperté en la misma acera de mi edificio, y no porque sea sonámbulo o trasnochador empedernido, no, la culpa la tuvo el pan nuestro de cada día, pero no porque sea cada vez más pequeño y muestra del descuido habitual, del irrespeto que un día llegó de vacaciones a muchas panaderías santiagueras y jamás volvió a salir, ni siquiera los días feriados.
La verdad que las mañanitas me las cantó uno de esos miles de jóvenes vendedores ambulantes, nada menos, con panes bien cocidos, tostaditos y más grandes que el planificado, incluso, con ése olor perdido en nuestras panaderías que delata la maestría y el amor al oficio, otrora tan respetado como el del talabartero, el amolador de cuchillos y tijeras, en fin… el clásico acento en las relaciones públicas institucionales, lo cual me provocó los bolsillos.
Al punto, que pido cinco panes sin saber el precio, me despacha y regreso a mi casa, pero el joven siguió con su pregón seco: ¡El pan, el pan, vecino, vecino, vecino…! Cuando creía que era pura gestión de ventas, de pronto, gritó el joven de 16 años de edad, “mi tío su vuelto, regrese mi tío”
Bajé, luego guardé el dinero y le di las gracias:
__“¡Eres un fuera de serie muchachón, cuídate, porque como usted quedan pocos”.
Sonrió y dijo para mayor asombro:
__”No mi tío, todavía falta más. Mire su billetera que la dejó aquí.
Cuente, cuente, por favor, y revise si falta algo.
__”No te lo dije, todavía quedan personas nobles, educadas, consecuentes con lo que dicen, incluso, jóvenes. Gracias hijo mío, gracias, ¿quieres un trago de café, con chícharo, pero es nuestro café, quieres?
__”No, gracias, no tomo café, y con su permiso, debo seguir antes que el sol pegue más fuerte”
Sucedió que al día siguiente ocurrió otro hecho insólito en estos tiempos: llegó la guagua (ómnibus) a su hora y minuto, primero que el camión y logro sentarme al fondo. De pronto, una joven de 17 años de edad quedó parada justo a mi lado. Como fiel caballero le doy el asiento. Y escucho que ella le dice a la amiga del fondo:
__”Viste, todavía existen equivocados, amiga”
La furia atrapó al pasajero próximo a ella.
__”Oiga compay, es para cogerla por el moño y sacarla del asiento”
Quedé estupefacto, levitando ante lo insólito, esta vez con su cara negativa, muy contrario al despertar del día anterior. Confieso que no dije nada, no porque me lo propuse, simplemente, porque me tomó de sorpresa aquella joven ingrata y desafiante
Tan sólo muestras de los tiempos que asistimos en una Era muy peligrosa cuando urge la conciencia sobre el valor de la cultura, de la identidad, del papel de la comunicación social sustantiva, pilares muy claves depositarios en la temprana Campaña de Alfabetización, la mejor estrategia diseñada y cumplida en momentos decisivos en la consolidación del proyecto social cubano, dígase del cuño de las Palabras a los Intelectuales que definió todo un proceso cultural que en su punto de partida promovió la edición del primer libro, tras la victoria de enero de 1959: Don Quijote de la Mancha.
Imposible olvidar a Fidel como el mejor discípulo martiano, y que repitió con toda intencionalidad, aquella célebre frase: “Yo no le digo al pueblo cree, sino lee”.
