“El arte es la forma más pura y más alta de la política”, decía José Martí; quien fue un gran defensor de la identidad de los pueblos latinoamericanos, principalmente de los amenazados por el imperialismo y el colonialismo de las potencias extranjeras.

En su lucha, rechazaba que el arte de su continente fuera una imitación de los modelos europeos o norteamericanos. Abogó siempre por una integración de las diversas culturas, razas y tradiciones que conformaban la realidad de América, sin renunciar a la originalidad y autenticidad de cada una. Nuestra América es original y ha de serlo.
En el ideario martiano, el arte era el modo más corto de llegar a la verdad y ponerla de manera que perdure en las mentes y en los corazones de los pueblos. Lo valoraba como una forma de comunicación, resistencia y liberación, además de la forma primera de expresión y conservación de la identidad, cultura y cosmovisión de las naciones latinoamericanas.

El apóstol fue gran admirador y crítico del arte, especialmente de la pintura y la música. Su concepción estética la reflejó en gran parte de su obra, ya que consideraba que debía expresar la realidad y diversidad de la sociedad, así como educar y concientizar a las masas populares.
En el contexto actual de la globalización cultural, la lucha por la autonomía y la liberación de los pueblos, el arte es el medio más poderoso para transformar el mundo, para hacerlo más justo, más libre y más humano.