La transportación urbana en Santiago de Cuba tiene una mayor recaída y no hacen falta las cifras, sabemos del déficit de combustible, piezas de repuesto, gomas, lubricantes y accesorios por el bloqueo, pero a pesar de la voluntad política del gobierno provincial, existe –internamente- un factor que anula los servicios en determinados horarios del día: el descontrol.

¿Por qué de cada cinco ómnibus que pasan por las paradas apenas recogen pasajeros y prefieren seguir varios kilómetros vacíos? La primera respuesta que resalta en concurridos puntos como carretera de El Morro y Calle 3; en los 18 plantas de Garzón y en el Distrito José Martí es que son “guaguas” del personal de la nueva fábrica de Cemento, militares o de SEPSA, etc.
Reclaman varios en coro casi perfecto: ¿Y por qué no lleva, al menos, un pequeño grupo hasta donde pueda el chofer, sería al menos un adelanto, no? Respuesta: la entidad se lo prohíbe.
Vamos al punto de facilitación de los llamados azules que sustituyeron a los amarillos. El agente levanta una, dos y hasta cuatro veces el brazo en orden de parada para los “estatales”, y de siete, solamente, dos choferes responden, el resto acelera o siempre tiene una justificación: “problemas técnicos”, “sólo llego hasta la esquina” o “voy a recoger al jefe”.

Por fin, aparece un “salvavidas”, se trata de un camión particular que esta mañana te cobró veinte pesos, pero ahora son treinta. Protesta la mayoría porque “a estos choferes no le subieron el precio del combustible”, entonces, dice el “machacante” en franca defensa de sus ganancias mayores: “¡Sí, pero los mecánicos y chapisteros subieron los precios!, ¿cuánto vale ahora una goma o cualquier pieza?” Al final, se anula temporalmente la discusión y todos suben, pagan sobreprecio y aceptan el maltrato con la reiterada voz: ¡Vamos, córranse, apriétense más! Y adelante los riesgos de hurtos, contagios y golpes, porque el señor chofer quiere ser el primero en llegar, o simplemente, “hay que demostrar que mi camión es el mejor en esta ruta de Versalles”. Y como nadie controla, la pista sigue todo en desconcierto.
En el regreso del trabajo a la casa te asombras que espera por ti el conductor del mismo ómnibus que no paró por la mañana “porque responde a las regulaciones administrativas de su entidad”, entonces, ahora sí sube no un grupo, sino una legión desesperada y dispuesta a pagar, porque “ya son más de las siete de la noche”. Entonces, o el chofer miente o se busca sus kilos extras con el transporte y el combustible estatales. Pero, a esta hora, tampoco existen inspectores u otro agente oficial.
Detrás viene el joven triciclo eléctrico amarillo de la recién inaugurada ruta de los llanos, en resuelto desafío hacia las lomas de Versalles, nada menos con un refrigerador y sin pasajero. Van y vienen las motos en competencia, en un servicio que vale más de cien pesos a plena luz del día, porque a cualquiera lo colocan en total riesgo de un accidente mortal.

Algunas Respuestas ante las Distorsiones en el Transporte
El ministro de transporte, Eduardo Rodríguez Dávila dijo en la Comisión de Atención a los Servicios, según publicó Cubadebate el 16 de julio de este año, “previo al tercer período ordinario de sesiones del Parlamento, en su décima legislatura” de las principales distorsiones en el transporte, relacionadas con “la imposibilidad de utilizar oportunamente las divisas que este genera (…) Este es un alto generador de divisas para el país y necesitamos que parte de esas divisas se reviertan en beneficio del sector, lo cual no ha sido posible últimamente”, afirmó.
Añadió el ministro que “las principales transportaciones en el sector estatal se ejecutan por tarifas centralizadas, que no se corresponden con los costos reales (…) Las tarifas no se pueden incrementar, porque esto incidiría en el aumento de la inflación y tendría una repercusión social negativa. Entonces, las empresas transportistas no logran distribuir utilidades para sus trabajadores, lo cual influye en la estabilidad de la plantilla”, explicó.
Dijo el Ministro Eduardo Rodríguez Dávila que “los precios del transporte público están diferenciados por quién presta el servicio y no por la calidad del servicio (…) En la vialidad no tenemos un resultado satisfactorio de manera general (…) Harían falta 20 toneladas diarias de combustible para las vías de interés nacional y otras 10 para las de interés provincial. El plan está solo al 14% de su ejecución”.
Aquí me pregunto, ¿y cuántas toneladas de conciencia se necesita para evitar violaciones en la transportación, como mencionamos arriba? Sabemos que “el desahogo de las dificultades del transporte hoy reposan en los hombros del sector privado —resultado de la imposibilidad de abastecerle combustible regularmente mediante el mercado mayorista— la alternativa de que instituciones provinciales arrienden sus vehículos a porteadores privados no constituye una solución a largo plazo”, tal como subrayó Rodríguez Dávila
Pero ese no es el problema fundamental señalado aquí. No creo que la regulación de la disciplina y cuantas distorsiones mencionamos en este acercamiento reposen en cuestiones materiales solamente, en tanto, los descontroles transitan sobre ruedas, a pesar de las mayores facultades que tienen hoy los gobiernos provinciales ante los problemas planteados en el transporte urbano local; “el alma del funcionamiento de la sociedad” como bien sentencia Eduardo Rodríguez Dávila, Ministro de Transporte.
