En mi rutina diaria de bĆŗsqueda del pan, suelo tomar un atajo, sendero que se ha convertido en una vĆa popular que conecta a los vecinos del final de Rajayoga con el centro comercial del reparto. Este trayecto, de alrededor de 300 metros, atraviesa una frondosa vegetación y pasa paralelo al patio de una vecina muy bondadosa. A menudo, ella nos sorprende con Ā«un detallitoĀ»: un bolso con algunos mangos de corazón, hilacha, toledo, mamey o papelina, o con un ramito de uvas, todos cultivados en su parcela.
Esta actitud generosa se refleja tambiĆ©n en otros vecinos, como el inquilino del quinto piso, que comparte verduras y hortalizas de temporada, incluyendo ajos porros, cebollinos, habichuelas y diversas plantas medicinales, mientras que otros de los residentes cercanos complementan su sustento económico vendiendo ālos excedentesā de sus cosechas.

Este panorama, que sin dudas contribuye en algo a la mejora de la āalimentación de resistenciaā de la comunidad, tambiĆ©n presenta desafĆos. La urbanización del entorno a menudo genera dilemas, como las cercas vivas compuestas por plantas como el Ā«Ataja NegroĀ» y materiales de desecho de construcción, cercas que no solo afean el entorno, sino que tambiĆ©n contribuyen a la sensación de que vivimos en un lugar descuidado y desordenado.

En momentos como este, con una cantidad significativa de personas afectadas por los virus Oropouche y el Dengue, la situación se agrava: las cercas, junto con otras prÔcticas higiénico-sanitarias deficientes e indeseables y las lluvias, crean el entorno ideal para la proliferación de mosquitos, jejenes, moscas y otros insectos que amenazan la salud humana.
Ā«En lugar de jardines, sembramos matorrales en las zonas marginales de los barrios, en consonancia con la necesidad de alimentos, pero que desafĆan el buen gusto y la apreciación de lo belloĀ», coinciden en cuestionar muchos vecinos, quienes argumentan que Ā«el espĆritu tambiĆ©n necesita ser alimentadoĀ».
Coincido con la idea de que todos los que puedan cultivar una planta que les permita evitar a los especuladores y abusadores del mercado, deberĆan hacerlo, sin embargo, es crucial que se respete la convivencia social para que se mantenga el equilibrio entre las parcelas productivas y la urbanización necesaria en nuestros barrios.

A la vecina mencionada en el primer pƔrrafo, le agradecemos sinceramente en nombre de todos los que hemos sido beneficiados por sus generosas donaciones.