¿Quién garantiza la protección al consumidor?

Por estos días se ha observado un aumento en la disponibilidad de productos en algunos de los mercados agropecuarios estatales y privados de Santiago de Cuba, y aunque la variedad sigue siendo una quimera, el hecho se agradece porque todos somos conscientes de lo difícil que ha sido conseguir alimentos en los últimos tiempos.

En los mercados se ha estado vendiendo plátanos, yuca, boniatos, cebollinos y arroz, todos bien caros, pero al menos alivian la situación y generan cierta competencia con otros vendedores que siguen manteniendo precios especulativos y abusivos, en ofertas que dejan mucho que desear.

Es muy común que te oferten productos de baja calidad y sin beneficiar: los plátanos se venden con parte del tallo; los cebollinos vienen con todas las raíces y tierra; arroz en extremo partido, granos con cáscara, semillas y basura, entre otras ofertas que no obstante el estado en que se encuentran, mantienen los precios inalterables.

Esto obliga al consumidor, que en la práctica no tiene quien lo proteja, a adquirir los productos a pesar de la poca calidad de éstos, porque si no lo hace, tendrá que irse con las manos vacías, y ya sabemos lo que ello significa para la cocina y el plato de la gente.

La Resolución número 54 de julio del año 2018 establece los deberes y derechos de los clientes y exige a los comerciantes un trato amable, transparente, equitativo y no abusivo en relación con la calidad, la cantidad, el precio, el volumen y la medida de los productos y servicios adquiridos.

Lamentablemente, muchos desconocen o insisten en desconocer ese decreto y lo violan impunemente, mientras que los funcionarios e inspectores encargados de hacerlo cumplir, brillan por su ausencia.

Hace unos días, en uno de los puestos de venta de productos agropecuarios en Rajayoga, una señora pidió que le pesaran dos libras de fongo (plátano burro) a 35 pesos la libra, según el listado de precios que se exhibía. El dependiente, con cierta amabilidad, le respondió: «Señora, el fongo está a 50 pesos, esos precios que están en la pizarra son para los inspectores».

La alteración de precios, el robo al pesar los productos adquiridos y la falta de calidad, forman parte de nuestras realidades cotidianas, y de la protección al consumidor nada se dice, nada se exige, nada se hace; al menos eso es lo que aprecian los que cada día tienen que acudir a esos vendedores para “satisfacer” parte de sus necesidades alimenticias.

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Jornadas de trabajo intenso; en esta cobertura tuve la oportunidad de acercarme a personas revolucionarias y aman y honran la…
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Joel @ No todo está perdido
abril 11, 2024 at 1:44 am
Son los jóvenes quienes, en mayoría, llevan el mayor peso del quehacer cotidiano del país. Así ha sido siempre. No…
El secretismo no es política de estado, sin embargo, hay directivos en entidades que lo practican...
Hay que adelantarse a los acontecimientos. La ingenuidad en la comunicación, cuesta.
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