El Día del Padre es una de las celebraciones más especiales en todo el continente. Un día en el que se honra la figura paterna y se recuerda la importancia de su papel en la vida de los hijos.
Es una ocasión para agradecer la presencia y participación de los hombres en la crianza y educación de los pequeños, para recordar los momentos de diversión y aprendizaje, los consejos, las llamadas de atención y las enseñanzas que han dejado huella en nuestra vida.
Es el día ideal para homenajear a esos que con su cariño y dedicación han sido los primeros amores de sus hijas, los superhéroes de sus hijos, los protectores de sus hogares, los compañeros de viaje de la vida en pareja, con los que se comparte y se distribuyen los quehaceres del hogar, con los que se toman decisiones a la par para que los descendientes sean buenas personas y adultos felices.
Es el tercer domingo de junio la fecha escogida para venerarlos por ser los cómplices de aventuras, por estar presentes en cada momento importante y por ser los salvadores que matan los monstruos en las noches de pesadilla.
Sus sudores de la frente nos han dado de comer, sus manos sostuvieron las nuestras de pequeños, nos han enseñado a ser fuertes ante cualquier amenaza y sensibles ante las injusticias. Son quienes nos muestran el camino a seguir, a andar en bicicleta, a nadar en el mar y a superar nuestros miedos; quienes se quitan lo bueno para darnos lo extraordinario, quienes nos cuidan, nos apapachan y nos leen un cuento.
Quienes nos han enseñado a no rendirnos y ser perseverantes, a luchar por nuestros sueños, a caminar en este duro camino que es la vida. Porque son los padres, el pilar de la vida, una columna de la casa, un faro en la oscuridad.