La tarde del 4 de marzo de 1960 transcurría tranquilamente atareada en el puerto de La Habana.
Era una jornada como tantas otras, mecánicos reparando uno de los barcos, un pesquero que zarpaba a faenar, obreros acomodando la nueva carga, el La Coubre amarrado al muelle Tallapiedra formando parte sin hacerlo del panorama portuario.
Las tres con diez minutos marcó el momento exacto en que el carguero de 4310 toneladas que transportaba 76 toneladas de municiones belgas desde el puerto de Amberes explotó.
Justo media hora luego del primer estrépito, en medio de una operación de rescate organizada por las Fuerzas Armadas Revolucionarias tuvo lugar una segunda explosión aún mayor.
El incidente dejó un significativo saldo de 200 heridos y casi 100 muertos. El Comandante en Jefe Fidel Castro declaró que detrás de la explicación estuvo el gobierno estadounidense quienes niegan cualquier participación.
Lo cierto es que a 63 años, el pueblo cubano recuerda las víctimas del crimen. Se recuerda al padre, al hijo, al hermano, al esposo, al amigo. Pueden pasar mil años pero el dolor de la perdida traspasa a generaciones.