Autor: Yudy Castro
En Birán, tierra fértil de hombres hacedores de futuro, Cuba celebró este miércoles, como en cada palmo del país, el cumpleaños 99 del Comandante en Jefe, homenaje que marcó el inicio de una festividad mayor: el programa conmemorativo por el centenario de Fidel, que es, como diría el poeta, «eso que el árbol llama raíz».
La celebración en el conjunto histórico, al abrigo de un algarrobo frondoso y de los cedros que casi un siglo atrás cobijaron el nacimiento de un símbolo, estuvo presidida por otro hijo extraordinario de ese terruño holguinero, el más fidelista de todos los cubanos, su hermano de sangre e ideas, el General de Ejército Raúl Castro Ruz, líder al frente de la Revolución Cubana.
Junto a Raúl, en ese sitio que fue punto de partida en la historia patria, también estaba el Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista y Presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez; así como otros miembros del Buró Político, dirigentes del Partido, del Estado y del Gobierno, de la Unión de Jóvenes Comunistas, de las organizaciones de masas, de las Fuerzas Armadas Revolucionarias y del Ministerio del Interior, y una representación de jóvenes de las provincias de Santiago de Cuba, Guantánamo y Holguín.
Y de manera especial participó, en esta jornada de recordación, la brigada de solidaridad juvenil de varios países del mundo, cual reafirmación de que Cuba no está sola.
Con la certeza de que Fidel es un país y, más que evocarlo, toca traerlo al presente y continuar con hechos su legado, el miembro del Buró Político y secretario de Organización del Comité Central del Partido, Roberto Morales Ojeda, repasó la vida fecunda del Comandante, esa que comenzó a escribirse en el batey de Birán y que cambió para siempre el curso de la historia.
En sus palabras, aseguró que su probado sentido de justicia y cubanía germinó justamente en Birán, «donde nació para ser luz en tiempos oscuros, para ser voz de aquellos que no la tenían y esperanza de quienes, frente a la adversidad, solo podían aspirar a un mundo mejor. Su nacimiento significó el inicio de una vida consagrada a la lucha incansable por la libertad y la emancipación de Cuba».
Habló del estadista brillante, del amigo sincero, de su estatura universal, de los sentimientos de solidaridad que fomentó en nuestro pueblo, de su defensa de la paz y de todas las causas justas, del espíritu de resistencia y de victoria que nos inculcó, y de la convicción profunda de salvaguardar la unidad como único camino para alcanzar la victoria.
Momento trascendental de su intervención fue la convocatoria al programa conmemorativo por el centenario del natalicio de Fidel, aprobado en el x Pleno del Comité Central del Partido, que tuvo lugar el pasado julio.
Se trata, dijo Morales Ojeda, de una celebración de respeto y compromiso, con la participación de todo el pueblo y marcado protagonismo de los jóvenes, y que pretende, en su esencia más profunda, potenciar el estudio de su obra, la investigación de su pensamiento y promover sus convicciones e ideales. Se trata de «convertir en actos concretos su enseñanza de que sí se puede».
El homenaje, al decir del dirigente partidista, emergerá en cada acción oportuna y solidaria que emprendamos, en cada avance de la ciencia, en cada obra cultural descolonizadora, cada hazaña deportiva o aporte a la producción; estará en nuestra capacidad de «encarnar, con ánimo crítico y creador, su espíritu transformador».
Honrarlo, afirmó, «es también hacer las cosas bien, desterrar la desidia, enfrentar los errores propios, siempre junto al pueblo y a los humildes para quienes se hizo esta Revolución».
Y allí, en la tierra que vio nacer al niño vigoroso, convertido después en paradigma para todos los tiempos, continuó el tributo con una obra hermosa de la compañía de teatro infantil La Colmenita, que fue a la esencia misma del líder, humano y sublime, vivo y presente.
Los pequeños recorrieron, con el lenguaje de la música y la poesía, la vida de Fidel, semilla de Revolución y triunfo, sueño de victoria cumplido.
A través de fragmentos del libro Todo el tiempo de los cedros, de la escritora Katiuska Blanco, los colmeneros dibujaron con palabras varios alumbramientos: el del amor entre Ángel y Lina, y el de sus hijos extraordinarios llamados a conquistar la libertad definitiva de Cuba.
La obra resaltó el espíritu severo y a la vez sensible de Don Ángel, el vendaval que era Lina, su temple, y la infancia de Fidel entre personas humildes, esas con quienes otro cubano, también de talla de universal, juró antes echar su suerte.
Fidel, dijeron los niños, es la grandeza hecha hombre, la inteligencia inagotable, la conquista de todos los imposibles, el optimismo frente a la adversidad, el acompañamiento, el coraje y la resistencia de un pueblo, el impulso para hacer siempre el bien.
La puesta en escena fue, además, la certeza de aquellas palabras del Che, que el General de Ejército suscribió con hondura: «Si nosotros estamos hoy aquí y la Revolución Cubana está aquí es, sencillamente, porque Fidel entró primero en el Moncada; porque bajó primero del Granma; porque estuvo primero en la Sierra; porque fue a Playa Girón en un tanque (…) porque tiene, como nadie en Cuba, la cualidad de tener todas las autoridades morales posibles para pedir cualquier sacrificio en nombre de la Revolución».
Luego de un largo aplauso, y de una exclamación que juntó todas las voces en un ¡Yo soy Fidel!, el General de Ejército y el Presidente Díaz-Canel fueron hasta el escenario para agradecerles a los niños «por un espectáculo tan revolucionario, tan bonito y tan simpático». Un abrazo a todos, dijo Raúl.
Este 13 de agosto, un país, que es la casa de todos estuvo de cumpleaños, y sus hijos le cantaron a Fidel, conscientes de que el mejor homenaje es defender a Cuba, a lo que dedicó todas sus energías; es quererla bien, es hacer cada cual su parte del deber; es sostener y continuar la Revolución; es nunca claudicar.
El mejor homenaje a Fidel es vencer.