Sí, ha sido duro, muy duro este camino de 72 años. Pero con estas, yo me quedo:
Con el calor intenso y el mar que abraza mi isla, con el Morro vigilante, la bahía y sus símbolos, y con las calles empinadas de mi ciudad Santiago de Cuba.
Y me quedo con las congas que estremecen, la guaracha, la trova y el bolero; me quedo con Compay, con Matamoros y con el son que nos identifica; me quedo también con el Tivolí, los cafetales franceses y la Gran Piedra que ha resistido el tiempo.
Y si fuera necesario volvería siempre por la Granjita Siboney, por el Moncada, por la Sierrita de Chicharrones y el Puerto de Boniato; y me aseguraré de que el Turquino, la Sierra Maestra, el Segundo y el Tercer Frentes sigan siendo inexpugnables.
No renunciaré al buen café, a la hayaca, la cuerúa, el prú oriental, ni al macho asado con congrí. Y sí, también me quedaré con el mestizaje, con la rebeldía, la resistencia y la solidaridad que nos define.

Hoy, cuatro colores siguen trazando el arcoíris de la mañana de la Santa Ana, el negro, el rojo, el azul y el blanco. Cada uno encarna un principio esencial: memoria, sacrificio, esperanza y pureza en esta tierra de indomables guerreros, donde la derrota no es una opción, sino un imposible.
Es 26 de Julio, y no renunciaré. ¡Venceremos!