No me gusta manejar cifras porque, en la mayoría de los casos, no reflejan la realidad de una nación, un pueblo, una familia o un ser humano; mucho menos pueden medir la felicidad de las personas. Para algunos, la abundancia de recursos y afectos es indispensable para sentirse felices, aunque al final no lo logren; otros, en cambio, con poco se conforman y encuentran en su día a día razones suficientes para ser felices.
En este sentido, que las Naciones Unidas (ONU) hayan designado el 20 de marzo como el “Día Internacional de la Felicidad”, reconociendo la búsqueda del bienestar como una aspiración universal, no significa que la felicidad sea una realidad para las mayorías. De hecho, ni los grandes poseedores de recursos ni la mayoría de los gobiernos suelen tener este objetivo como prioridad, ni siquiera en su estado de conciencia.
Desde la psicología, la felicidad se define como un “estado emocional positivo que los individuos alcanzan cuando han satisfecho sus deseos y cumplido sus objetivos”. Es decir, depende en gran medida de la capacidad de cada persona para dar solución a los desafíos de su vida cotidiana.
Por su parte, el psicólogo cubano Manuel Calviño, conductor del programa televisivo Vale la Pena, señala que para ser feliz es fundamental “querer mucho lo que se hace y querer mucho lo que se tiene”, así como mirar la vida tal como es. Según él, la felicidad no es algo que se espera pasivamente, sino que hay que salir a buscarla y, sobre todo, permitirse ser querido.
En tiempos difíciles, como los que enfrenta Cuba hoy, muchos sienten que “no hay posibilidad de ser feliz”. La solución de los problemas cotidianos no depende solo de la voluntad o el deseo de sentirse bien, sino de factores externos, muchas veces controlados por otros que, aunque puedan disfrutar de su propia felicidad, no permiten que esta sea compartida debido a intereses egoístas.
El bienestar no es universal. Gran parte de la humanidad sufre hambre, discriminación, desempleo, guerras, migraciones forzadas, falta de libertad y de soberanía y viven en países con gobiernos sometidos a intereses que no tienen nada que ver con los derechos de la sociedad.
En Cuba, las dificultades internas agravadas por un bloqueo económico de más de 65 años, limitan el acceso de la mayoría de los cubanos a una vida plena y feliz; no obstante, a pesar de estas adversidades, muchos logran encontrar y compartir momentos de felicidad, pues, como expresó nuestro José Martí: “la felicidad tiene garantía sólida en el concepto de independencia y dignidad humanas”.
Así, la felicidad no depende solo de una resolución de las Naciones Unidas (ONU); sus condiciones debieran “estar verdaderamente abiertas a todos y garantizarse con estricta igualdad”.