Con más de 55 años dedicados a la docencia, se ha recorrido un extenso trayecto, sin embargo, para Olga Ester Quesada Romero, ahora jubilada, este camino fue como un breve transitar por la vida. Al reflexionar sobre su experiencia y la pasión de ser educadora, le sorprende lo rápido que el tiempo ha pasado.

Todo comenzó no solo por convicción, sino también por el entusiasmo arrollador del momento histórico que se vivía. Casi al mismo tiempo que la revolución triunfaba en 1959 y tras haber completado la educación primaria, Olga se unió a su compañera de curso Elba Ferrera Luna y, con el respaldo de los campesinos de la zona de La Mandarina en Cruces de Los Baños, Sierra Maestra, acondicionaron un barracón utilizado por los recolectores de café y lo transformaron en una escuela. Este acto les sirvió como preludio para unirse, en 1961, a la campaña de alfabetización en esas montañas, junto a cientos de jóvenes y adolescentes que portaban consigo «la antorcha de la educación».
A partir de ese momento, descubrió que su verdadera vocación era la enseñanza. Tras completar su educación secundaria, en 1964 regresó a la labor docente como maestra voluntaria, mientras continuaba perfeccionando su formación profesional. Enseñó en todos los niveles educativos (primarios, secundarios, preuniversitarios y universitarios) y a pesar de haberse jubilado, nunca ha podido renunciar a esa pasión.
Olga persiste en su búsqueda constante de conocimiento y superación, participando activamente en organizaciones políticas y sociales. Su incansable activismo la ha hecho merecedora de reconocimiento en la historia revolucionaria y pedagógica de Cuba. En medio de la evolución de los programas educativos actuales, Olga sostiene firmemente que la educación, en especial la enseñanza de la historia, debe iniciar con una comprensión creativa del entorno local, considerándolo como el sólido fundamento de la cultura que, junto a la familia, simboliza la identidad nacional.

A sus 80 años de edad, Olga Ester Quesada Romero, esta apasionada mujer residente desde 1970 en el poblado de Maffo, municipio santiaguero de Contramaestre, desea rendir homenaje a todos los educadores en su día, y lo hace a través de «El Maestro», un poema de su autoría recitado con su propia voz.