Cada 30 de septiembre se celebra el Día Internacional del Traductor, una fecha dedicada a reconocer la importancia de quienes, con su labor silenciosa pero imprescindible, hacen posible que las lenguas se encuentren, que las culturas dialoguen y que el conocimiento se expanda sin fronteras.
La elección de este día no es casual. La fecha rinde homenaje a San Jerónimo, considerado patrón de los traductores, quien falleció el 30 de septiembre del año 420. San Jerónimo fue el autor de La Vulgata, la primera traducción completa de la Biblia al latín, un trabajo monumental que abrió el acceso a las Sagradas Escrituras a millones de personas durante siglos y que marcó un hito en la historia de la traducción.
El Día Internacional del Traductor fue instaurado por la Federación Internacional de Traductores (FIT) en 1991, con el propósito de visibilizar y dignificar la profesión. Desde entonces, cada año se realizan encuentros, conferencias y homenajes en todo el mundo para destacar la importancia de este oficio que no solo se limita a trasladar palabras de un idioma a otro, sino que implica interpretar contextos, sensibilidades culturales y matices que enriquecen el mensaje original.
En un mundo globalizado, la labor de los traductores cobra cada vez mayor relevancia. Ellos son los puentes que permiten el acceso a la literatura universal, los avances científicos, la diplomacia, el comercio y la cooperación internacional. Sin traductores, muchas de las conexiones que sostienen a la sociedad actual serían imposibles.
Este 30 de septiembre, más que celebrar una fecha, se reconoce la entrega de quienes, con conocimiento, ética y precisión, mantienen viva la comunicación entre los pueblos. Porque traducir es, en esencia, un acto de unión cultural y un recordatorio de que la diversidad lingüística es una de las mayores riquezas de la humanidad.