En su alegato de autodefensa La historia me absolverá, tras los sucesos del Moncada en 1953, Fidel Castro Ruz denunció la situación de desamparo alimentario que afectaba a gran parte de la población cubana. Según él, esa crisis era consecuencia de la mala gestión de los sucesivos gobiernos republicanos, cuyas políticas favorecían a los sectores más ricos en detrimento de la mayoría del pueblo.
Por lo tanto, con el triunfo de la Revolución en enero de 1959, dentro de las primeras leyes promulgadas estuvieron, entre las más significativas, la Reforma Agraria, la creación de cooperativas agropecuarias y más adelante, la entrega en usufructo de miles de hectáreas de tierra a quienes demostraran voluntad y condiciones mínimas para hacerlas producir.
Se pensó que estas medidas, además de justas, serían suficientes para resolver los problemas alimentarios de la población, sin embargo, la respuesta productiva no ha sido sostenida: han faltado recursos para el cultivo intensivo, la contratación de fuerza laboral y la gestión del acopio han sido insuficientes y, según la percepción de la mayoría, después de 66 años, el país aún no ha logrado satisfacer las necesidades básicas de alimentación, y se ha visto obligado a importar millones de pesos en alimentos que no ha podido producir.
En este contexto, un país sometido a un bloqueo económico y financiero tan severo como el que enfrenta Cuba, debe encontrar soluciones internas, aun cuando estas no logren cubrir plenamente la demanda. Para disponer de viandas, granos, carnes y frutas en relativa abundancia, es imprescindible adoptar una mentalidad de productor más que de consumidor, empeño en el cual participan campesinos y usufructuarios, pero en el que son decisivas las empresas agropecuarias estatales, las cuales, hasta ahora, no han asumido plenamente el rol que les corresponde, pese a los reiterados llamados que se les hacen.
En medio de estas dificultades, objetivas y subjetivas, según expertos, desde el gobierno de los Estados Unidos no perdonan al insurrecto pueblo cubano y recrudecen las medidas del bloqueo, con el propósito de rendirlo por hambre y necesidades. Ante tanta maldad, la única respuesta posible es aumentar la eficiencia productiva, reforzar el control sobre la distribución y comercialización, y continuar gestionando créditos y alianzas con capital extranjero como una estrategia a mediano y largo plazos.
Millones de personas en el mundo sufren la carencia de alimentos, pero a diferencia de otros pueblos, la sociedad cubana cuenta con una fortaleza: la tierra y la industria pertenecen al pueblo, no obstante, está demostrado que solo el trabajo puede generar los recursos necesarios para vivir mejor y por otro lado, es necesario reconocer que los altos precios, que ya se pasan de ser abusivos, no convergen con los bajos salarios, situación que genera mucho estrés e incrementa la desesperanza de muchos.
Santiago de Cuba, una provincia eminentemente montañosa, enfrenta desafíos adicionales para la agricultura. Aun así, sus tierras cultivables pueden responder a una mayor demanda de productos del agro, como se ha demostrado en múltiples ocasiones. Los santiagueros son un pueblo luchador y, en su mayoría, fiel a la Revolución. Hoy más que nunca, se necesitan respuestas.