miércoles 27 agosto 2025

Paseo Alameda: Un mezcla de historia y modernidad

En Santiago de Cuba, donde el Mar Caribe abraza la tierra con la fuerza de su oleaje, el Paseo Alameda se erige como un testigo silencioso de siglos de transformaciones. Este espacio, nacido del encuentro entre la urbe y el océano, no solo refleja la evolución urbanística de la ciudad, sino también el pulso cultural de sus habitantes. 

Todo comenzó con el barrio de la Marina, un enclave comercial del siglo XVIII que brotó del carácter portuario de Santiago. La necesidad de un paseo que integrara el bullicio mercantil con el ocio tardó en materializarse, fue el mariscal Juan Tello, gobernador de Oriente en la década de 1840, quien impulsó su creación definitiva. Con sus verjas elegantes, árboles sombreadores y una fuente central, la Alameda se convirtió en el salón social al aire libre de la época colonial, un símbolo de distinción y encuentro. 

Pero la Alameda no es estática. Sus remodelaciones cuentan la historia de una ciudad que se reinventa. En 1893, Germán Michaelsen, benefactor de Santiago, lideró una renovación marcada por el progreso urbano. Tres décadas después, el alcalde Desiderio Arnaz le dio un giro audaz: los icónicos Arcos de Bienvenida y una conexión más íntima con el mar, prefigurando su vocación de balcón marítimo. Sin embargo, fue la intervención de Luis Casero Guillén (1949-1951) la que definió su estética actual: pavimentos sobrios, mobiliario elegante y un respeto reverencial por monumentos como el dedicado a José Martí o a la enfermera humanitaria Clara Barton.

Foto Autor

El siglo XXI añadió un capítulo sorprendente. En 2021, la silla gigante del dúo artístico Leo&Migue irrumpió en el paisaje. Donada por proyectos culturales cubanos, esta pieza disruptiva, más que un mero objeto, es una metáfora, invita a sentarse, observar y reflexionar sobre cómo el arte contemporáneo dialoga con la memoria histórica. La silla, ahora emblema del sitio, desafía la solemnidad del mármol y el bronce, recordándonos que los espacios públicos son lienzos vivos. 

Hoy, el Paseo Alameda sigue siendo un refugio de brisas y atardeceres, donde el eco de los siglos se mezcla con las risas actuales. Es un museo sin muros, donde conviven el legado de próceres, la filantropía de Michaelsen y la irreverencia de una silla descomunal. En su trayecto, Santiago de Cuba no solo preserva su historia: la celebra, la cuestiona y la reinventa. La Alameda, en definitiva, es el espejo de una ciudad que navega entre el orgullo de su pasado y la curiosidad por lo nuevo, sin soltar jamás el timón de su identidad.

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Joel @ No todo está perdido
abril 11, 2024 at 1:44 am
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