En una decisión que refuerza el revés de la diplomacia norteamericana en temas ecológicos, el Departamento de Estado ha suprimido la Oficina de Cambio Global, encargada de gestionar los diálogos medioambientales a nivel mundial.
Esta acción conlleva la salida de empleados estratégicos y desmantela el esquema de coordinación en espacios como el Acuerdo de París, del cual la administración Trump ya había declarado su salida en 2017.
El ejecutivo actual también ha dejado de participar en las discusiones para reducir emisiones en el sector naviero y ha desestimado acuerdos anteriores sobre vuelos ecológicos, sosteniendo que estas medidas afectan negativamente a la economía estadounidense.
Defienden la eliminación del departamento ambiental al tacharlo de «traba» para los planes energéticos nacionales. Como alternativa, potenciarán la Oficina de Recursos Energéticos, ahora responsable de fomentar la extracción y venta al exterior de hidrocarburos, en sintonía con la estrategia de «hegemonía energética» impulsada por el gobierno.
Esta reestructuración organizativa señala un alejamiento evidente de los objetivos ecológicos internacionales y consolida la postura negacionista que ha definido a esta presidencia.
Expertos alertan que la decisión podría mermar el peso político de Washington en un período crucial para las iniciativas globales contra el calentamiento.