En el campo, muchos recordarán un refrán popular que decía “Guarda pan para mayo y maloja para el caballo”. Esta frase hacía alusión a una realidad bien conocida: mayo suele ser un mes en el que se siembra mucho, pero se cosecha poco, especialmente en aquellas zonas donde los productores dependen exclusivamente de las lluvias, de ahí la posible escasez de alimentos frescos en la mesa de los consumidores y el valor de la moraleja.
Y ya sabemos cómo piensan y actúan quienes, desde hace más de 65 años, han intentado rendir por hambre y necesidades al pueblo cubano desde los Estados Unidos, sin embargo, no lo han conseguido. Por el contrario, sus acciones han contribuido, involuntariamente, a fomentar una verdadera obsesión por aprovechar cualquier espacio disponible para la producción de alimentos, incluso a costa del ornato público.

Al respecto, Moisés, un “productor” que prefirió mantener el anonimato, comenta que, en el pequeño terreno donde se ubica su casa, en la periferia este de la ciudad de Santiago de Cuba, ha logrado obtener algunos resultados: “de vez en cuando estoy cosechando productos como plátano burro (fongo), calabaza, y ya comienzan a salir algunos manguitos, que van aliviando un poco la situación”, asegura.
Entusiasmado, me mostró su siembra, que resultó ser mucho más de lo que inicialmente había confesado. Tiene unas 50 matas de yuca “que deben estar produciendo para octubre o noviembre” intercaladas con frijoles caballeros y gandul y unas 30 matas de maíz “para comer hayaca, aunque sea una vez”, y sonríe. A éstas se suman una mata de coco, dos de aguacate y alunas plantas medicinales y aromáticas como menta, albahaca, orégano y oreganito, entre otros, y también cría “algunas gallinitas criollas” que de vez en cuando le permiten disfrutar “de un huevo o un modesto fricasé”, e ir sobrellevando la situación, porque, como él mismo reconoce, “el asunto de la comida está duro y el dinero escasea”.
Moisés, que es una persona muy humilde, me dijo que le molesta ver que tanta gente “no puede comprar los alimentos que necesita por culpa de los precios tan altos”, y agregó: “aquí, aunque no tengo mucho, al menos consigo algo, y me da pena que piensen que estoy presumiendo”, y argumentó: “siempre que puedo, comparto lo que produzco” con vecinos del barrio donde vive.
Al igual que mi interlocutor, muchos santiagueros buscan colaborar con la producción de alimentos mediante el cultivo en parcelas, patios interiores, y terrenos cercanos a la ciudad. “Cada producto que usted pueda cosechar y no tenga que comprar en el mercado es una ayuda para salir de la crisis que estamos viviendo”, afirma.
La alternativa de sembrar en cualquier espacio disponible surge, en primer lugar, como respuesta al irracional bloqueo impuesto por el gobierno de Estados Unidos contra la isla; y en segundo lugar, como una forma de acceder a productos frescos, sin depender de los precios abusivos ni de las carencias internas.
El único objetivo del gobierno estadounidense con este bloqueo, lo saben la mayoría, es hacer fracasar el proyecto social cubano, y Moisés está convencido de que los modestos productos que obtiene de su parcela no solucionan el problema alimentario, pero asegura que son “mi pequeño aporte a la lucha contra tanto atropello”, y añade con firmeza: “después de adultos, no nos vamos a dejar morir de hambre”.