La huelga general revolucionaria del 9 de abril de 1958, convocada por el Movimiento 26 de Julio (M-26-7), buscaba paralizar Cuba y acelerar la caída de la dictadura de Fulgencio Batista. Aunque no logró su objetivo inmediato, este episodio marcó un punto de inflexión en la lucha insurreccional, consolidando la unidad entre las fuerzas guerrilleras y la resistencia clandestina.
Tras años de represión bajo el régimen de Batista, el Movimiento 26 de Julio, liderado por Fidel Castro, impulsó una estrategia combinada: acciones guerrilleras en la Sierra Maestra y movilizaciones urbanas. La idea era desencadenar una huelga general que asfixiara al gobierno. Radio Rebelde, la voz de la revolución, transmitió desde marzo el llamado de Fidel a sumarse al paro, mientras las columnas rebeldes de Raúl Castro y Juan Almeida expandían su control en Oriente.
La convocatoria circuló en secreto por el riesgo de represión. El plan incluía:
– Acciones armadas: Asaltos a emisoras de radio, armerías y cuarteles.
– Sabotajes: Voladuras de líneas eléctricas, quema de vehículos y bloqueos en carreteras.
– Paros laborales: Interrupción del transporte y actividades económicas.
Ciudades como Sagua la Grande, Santiago de Cuba y La Habana fueron epicentros de protestas. En Matanzas, Enrique Hart Dávalos lideró el asalto a una emisora; en Santa Clara, se descarrilaron trenes, y en Boniato, las milicias de René Ramos Latour atacaron un cuartel militar.
A pesar del coraje de los combatientes, la huelga perdió fuerza al mediodía. Factores clave como la falta de coordinación (accioness que no fueron sincronizadas entre ciudades), la represión brutal (el régimen respondió con violencia extrema, desarticulando redes clandestinas) y la desconexión Sierra-Llano (los guerrilleros advirtieron sobre la premura del paro sin respaldo armado suficiente) fueron los responsables del fracaso de las acciones.
El saldo fue doloroso, decenas de muertos, incluido el joven líder Marcelo Salado, y un revés temporal para la revolución.
El 3 de mayo de 1958, en la Sierra Maestra, Fidel Castro reunió a los líderes del M-26-7 para analizar el fracaso. De allí surgió un acuerdo histórico: unificar el mando bajo una dirección única, integrando las fuerzas del Llano (ciudades) y la Sierra (guerrillas). Fidel asumió el liderazgo político y militar, sentando las bases para la Ofensiva Final que, meses después, derrotaría a Batista.
La huelga del 9 de abril demostró la audacia del pueblo cubano, pero también la necesidad de cohesión estratégica. Su fracaso no fue en vano, ya que aceleró la unidad revolucionaria y reforzó el papel de la Sierra Maestra como eje de la lucha. Hoy, este episodio se recuerda como un pilar en el camino hacia el triunfo del 1 de enero de 1959.