La historia del siglo XX, marcada por dos guerras mundiales que laceraron la humanidad, nos recuerda la fragilidad de la paz y la necesidad imperiosa de un camino hacia la concordia. Fue en este contexto de devastación y desesperanza que nació la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), concebida de la esperanza, de la convicción de que la paz no solo se construye con tratados y acuerdos, sino con el entendimiento mutuo y la cooperación entre las culturas.
En 1945, en medio de los escombros de la Segunda Guerra Mundial, se firmó la Constitución de la UNESCO, un pacto que reconocía la importancia de la educación, la ciencia, la cultura y la comunicación como pilares fundamentales para el desarrollo de un mundo mejor. La Organización se erigió como un faro de luz en medio de la oscuridad, impulsando programas precursores que buscaban no solo reconstruir las ruinas del pasado, sino también forjar un futuro de paz y entendimiento. Es por ello que cada 4 de noviembre se celebra el Día de esta Organización, para así afirmar todos y cada uno de los logros conseguidos.
La UNESCO se ha convertido en un espacio de encuentro para filósofos, científicos, artistas e intelectuales de todas las naciones, un crisol de ideas donde se ha luchado contra la intolerancia y el racismo, donde se ha impulsado la investigación científica y se han gestado programas de cooperación internacional.

En Cuba, ha dejado una huella imborrable, impulsando proyectos que han transformado la educación, la cultura y la protección del patrimonio. Las universidades cubanas, centros de investigación, sitios históricos y culturales, han sido beneficiarios de su apoyo, fortaleciendo la identidad nacional y contribuyendo a la construcción de una sociedad más justa y equitativa.
La UNESCO es más que una organización, es un ideal, un compromiso con la paz, el desarrollo y el progreso de la humanidad. En un mundo convulso, donde la violencia y la intolerancia parecen amenazar con arrebatarnos la esperanza, ella se mantiene como un faro de luz, una llama de solidaridad que nos recuerda que un mundo mejor es posible.