La Fiesta a la Bandera

Hace 123 años corrían veloz las últimas horas del 1901 y a las puertas del nuevo polémico y acuciante 1902 se izó la bandera cubana como desafío ante la presencia de las fuerzas interventoras estadounidenses que quedaron atónitas, porque amenazaron, luego advirtieron, pero la enseña nacional se llevó hasta lo más alto del mástil de la entonces Casa Consistorial de Santiago de Cuba.

Se dice que no hubo pedido de permisos por parte de los santiagueros, mucho menos disculpas, todo lo contrario, el nuevo alcalde mambí, Don Emilio Bacardí Moreau fue firme, sin vacilaciones en aquella oportuna iniciativa que le aprobó a “Chichí de Moya”, el Señor Ángel Moya.

Desde el 20 de junio de 1901 venía el desafío cuando el periodista y escritor Joaquín Navarro Riera, –Ducazcal-, escribió a Don Emilio Bacardí sobre la propuesta de Chichí de Moya, y que más tarde tuvo la oposición de los gringos interventores cuyo mando lanzó otra ofensa:  ¡No podía izarse una bandera no autorizada, pues con la estadounidense bastaba!

El Diario de Cuba en el naciente siglo XIX publicó del inquieto  “Chichí de Moya”, sobre su “esfuerzo cívico en bien de la comunidad.”, la colecta promovida de inmediato y la recaudación pública fue puesta en manos del comerciante Luís Gómez, en Santo Tomás y San Germán, luego llevaría el proyecto a una factoría estadounidense, precisamente, ante la necesidad de aquellas telas no disponibles en la ciudad. Habría que confirmar si es verdad que desde el norte llegó hecha la bandera cubana para su izamiento frente al parque Céspedes de Santiago de Cuba.

Entonces quedó acuñada aquella Fiesta de la Bandera como la única de su tipo y con más tiempo como hecho patrimonial que se conozca hoy en el mundo y con implicaciones más allá de la comunidad santiaguera, más bien nacional, aglutinadora, con proyección universal, en tanto constituye un acto que convoca a la paz, al entendimiento, a la felicidad, al amor, a la cultura, la educación, al desarrollo, a un mejor año e inserta a todos, sin excluir por inclinación religiosa, política, social, sexual, nacionalidad o género; sólo apartados los terroristas y quienes buscan la violencia.

Está claro que no fue una iniciativa del célebre Don Emilio Bacardí, pero él fue el primero en aprobar la idea inmediatamente y poner todo el esfuerzo en su finalidad como Primer Alcalde en oficializar tan noble gesto de unidad nacional.

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Doña Elvira Cape, segunda esposa y fiel defensora de la Fiesta de la Bandera en Santiago de Cuba. Foto: Santiago Romero Chang.

Izamiento de la bandera cubana

Los apuntes de la época confirman que fue una bandera cubana de grandes dimensiones: ocho metros de largo, pero mucho mayor con el imaginario popular santiaguero que creció por años, porque la enseña nacional se izó en Santiago, la capital moral cubana; la tierra de Los Maceo y Grajales, pródiga en altos oficiales del Ejército Mambí; donde se acogieron los restos del Apóstol José Martí, quien nunca estuvo en la ciudad, pero la llamó “la infatigable”.

Súmele la tensa situación económica, social y política en el advenimiento de un año que acogería la polémica Constitución de la República de Cuba; una ciudad desatendida y cuya confianza se depositó en Bacardí Moreau.

Por eso, la inesperada congregación en el epicentro citadino de Santiago de Cuba, los rezos muy sonados desde el seno de la Catedral más alta del país; el despliegue en vano de los interventores y las expectativas mayores al filo de la medianoche.

Sonaron las campanadas de la Catedral principal a las doce y de inmediato, la medianoche de 1902 precipitó el repicar  desde los campanarios de las iglesias próximas; hasta ahí, todo era normal para los vecinos, pero cuando se sintieron el himno nacional y los vítores de ¡Viva Cuba!, los asombros provocaron la apertura uniforme de las grandes puertas y ventanales, acompañada de los cubos de agua, sonrisas y más lágrimas por los caídos y la miseria en la ciudad.

No hubo explicación, sólo convocatoria y acto seguido ocurrió otro hecho que quedó como una costumbre santiaguera, cuando Don Emilio dijo unas palabras y partió al recorrido por la ciudad santiaguera junto “a la comisión política y social de figuras relevantes de la ciudad”.

Así llegó hasta la casa natal del Mayor General Antonio Maceo, en la calle de La Providencia, hoy Los Maceo; donde saludó  a la viuda, Doña María Cabrales. Ella reciprocó el gesto, mientras aparecieron las primeras interrogantes sobre cómo ondeó la bandera cubana.

No imaginaron que quedaría acuñada no sólo la costumbre de la Fiesta de la Bandera en el parque Céspedes, porque desde entonces, la curiosidad se centra en qué pasó, ondeó o no, cómo lo hizo, si se enredó, subió rápido y hacia dónde apuntó la enseña nacional.

Otros van más lejos en el imaginario popular al contar cada revoleteo, conversan con la bandera, les piden paz, progreso y libertad, meditan y hasta juran pagarle una promesa por el cumplido para el nuevo año.

En realidad, en tiempos de la pseudorrepública se mantuvo la tradición amparada sólo en eso, en una costumbre, pero el régimen batistiano trató impedir la concentración dirigida a las protestas o actos de desacatos al gobierno y a los tres pegaditos: el trío integrado por un guardia u oficial de la marina, otro del ejército y el policía.

Ahora ya es una tradición oficial, porque la Fiesta de la Bandera es la parada espontánea popular ante la otrora sede del gobierno municipal, hoy Museo de la Columna José Martí, entorno donde no falta cada año el remozamiento de todo el  llamado anillo cero de la ciudad de Santiago de Cuba.

La defensa y revalorización de la Fiesta de la Bandera implica una gala artístico cultural con talentos locales; el paseo de la bandera gigante desde la Plaza de Marte, por toda la calle Enramadas hasta el parque Céspedes, siempre escoltada por milicianos y la ovación popular; luego, es recibida por las autoridades de la provincia y del municipio cabecera, responsabilizados en tirar la soga para el izamiento de la enseña nacional al compás del Himno Nacional y todo el respeto y posición de firme de los presentes.

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La nueva connotación de la Fiesta de la Bandera con el primer discurso de Fidel en Revolución hace 65 años: “Ahora sí los mambises pudieron entrar a Santiago”. Foto: Santiago Romero Chang.

Y es que la Fiesta de la Bandera cobró una connotación mayor porque desde el balcón principal del entonces Ayuntamiento de la Ciudad, Fidel victorioso se dirigió por primera en un discurso -cara a cara- ante el pueblo de Cuba, tan sólo horas después de liberada la capital oriental y anunciada como nacional en aquella magistral oratoria cuando el líder de la Revolución acuñó hace 65 años: “Ahora sí los mambises pudieron entrar a Santiago” y más tarde subrayó: “Gracias, Santiago”.

Allí, en el centro de Santiago de Cuba se reúnen amigos, compañeros, conocidos y hasta se fomentan amistades; se acercan y bailan turistas y santiagueros, se evocan a los fundadores hasta que justo colocada la bandera en la altura mayor, se precipitan los fuegos artificiales y brindis para darle curso a la descarga mayor con la cadencia única que provoca el son santiaguero, la conga y la emoción por el nuevo año que despierta y es acuñado desde la “infatigable”, Héroe de la República de Cuba y Orden Antonio Maceo, nuestra Rebelde, Hospitalaria y Heroica ciudad de Santiago de Cuba.

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Joel @ No todo está perdido
abril 11, 2024 at 1:44 am
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Hay que adelantarse a los acontecimientos. La ingenuidad en la comunicación, cuesta.
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