Hace 128 años el patriota camagüeyano Manuel Sanguily reconoció al Mayor General Antonio Maceo como el Titán de Bronce, calificativo que lo aproximaba con mucha precisión, a su imponente fortaleza física y moral y proyectaba su imagen de militar recto e invencible ante las fuerzas españolas.
63 años después, los días 3 y 4 de mayo de 1958, en Altos de Mompié, Sierra Maestra, Fidel Castro asume como Comandante en jefe del Ejército Rebelde y del Movimiento 26 de Julio en la Sierra y el llano, único líder de aquel momento capaz de aglutinar a todos los revolucionarios en la lucha contra el gobierno del dictador Fulgencio Batista.
El Titán nunca cedió, y después de tanta gloria conquistada en la manigua, dos balas penetraron el bronce de su estatura y acabaron con su vida física, en el controvertido combate de San Pedro de Punta Brava, al oeste de La Habana, el 7 de diciembre de 1896.
Sus restos reposan allá donde cayó combatiendo, aunque su presencia está viva en Baraguá donde protagonizó la protesta contra el Pacto del Zanjón y en la plaza de la revolución de Santiago de Cuba, donde se erige la mayor estatua en bronce que eterniza su memoria.
Fidel tampoco cedió y murió en La Habana el 25 de noviembre del 2016, después de haber fundado y guiado por más de 60 años la gloriosa revolución cubana, y haber luchado contra el imperialismo hasta el último día de su existencia.
Y fue aquí, en los salones interiores de la plaza erigida a la memoria del Titán de Bronce, donde el 3 de diciembre hace 7 años, más de 300 mil santiagueros y amigos de otras latitudes rindieron el último homenaje al líder, antes de que sus cenizas fueran depositadas en el cementerio Santa Ifigenia, muy cerca de la tumba del apóstol y héroe nacional José Martí.