Sin treguas a las indisciplinas sociales

Si en la casa se grita también se hace lo mismo en la calle; si el hijo le falta el respeto a su padre, imposible que tenga alguna consideración con alguien fuera del hogar; por eso, muchos se comportan en cualquier lugar como si fueran el “ombligo del mundo”.

Mis vecinos en el reparto Versalles de Santiago de Cuba comentan a menudo de las indisciplinas sociales en aumento en todas partes; pero, lo peor, ¿Quién llama la atención en la cola del cajero automático?; ¿Existe algún llamado en la comunidad, del Partido de Zona, de los CDR o la FMC? En realidad, NO en muchos lugares.

Las indisciplinas sociales pululan, hasta se celebra porque el bebé logró emitir un sonido similar a una barbaridad: incluso, en las reuniones de rendición de cuenta sobran las quejas por el mal servicio o la falta de recursos, pero poco se dice y actúa sobre las indisciplinas sociales.

Y no se conversa, se discute y ofende. Difícilmente el joven haga algo distinto en la calle, en una discoteca o en la propia escuela. En la sociedad se realizan todas estas distorsiones, creando caos y lo que es peor, impunidad, se flagelan en la misma dimensión los valores éticos y morales.

«En mi criterio, el denominador común de todo este fenómeno ha sido y es la falta de exigencia de los encargados de hacer cumplir lo establecido, la ausencia de sistematicidad en el trabajo a los diferentes niveles de dirección y el irrespeto, en primer lugar, por las entidades estatales de la institucionalidad vigente, lo cual, por otra parte, menoscaba su capacidad y autoridad para exigir a la población que se atenga a las regulaciones existentes«, dijo Raúl al clausurar el Primer Periodo Ordinario de Sesiones de la VIII Legislatura de la Asamblea Nacional del Poder Popular, el 7 de julio de 2013.

El tiempo pasa y las indisciplinas sociales se convierten en un fenómeno tan cotidiano que deviene en común, normal, por eso grita mi vecina, otra parece romper el móvil en supuesta “conversación” con el marido, peor es en las redes sociales donde te insultan por ser cubano y permanecer en el país; en la cola del pan muchas veces la falta de respeto es más imprescindible que la tarjeta de consumidor; y en la parada, cuando llega el camión o camioneta, adiós a todos los modales y figurines, ahí la mayoría de los universitarios perdieron sus títulos y hasta el llamado “machacante” (el cobrador) ofende a quienes piden bajar el volumen de la reproductora, exclusiva para los reggaetones que prenden el firmamento, queman el verso, la metáfora, incineran lo sublime y calcinan la dignidad; detrás no faltan los defensores como si hubiera un estudio a fondo y; son aquellos quienes apenas saben escribir su nombre, pero les sobra dinero, suficiente para creerse con derecho a transgredir.

Se posiciona la violencia de género, la indefinición del idioma español, la depauperación de la moral y lo ético, la barbarie contra la civilización, se lee menos, surgen y son acentuados patrones contra la educación cívica, la familia se desmorona y de pronto dice un “erudito”: “son síntomas pasajeros que con el tiempo cambian o desaparecen”.

Entretanto, pasan décadas y el erudito sigue con los mismos argumentos y sentencias, en un entorno más enrarecido con mensajes en las paredes que ni siquiera superan a las pinturas rupestres por lo que se intentó plasmar por los acéfalos de estos tiempos.

No creo que falten leyes, resoluciones o decretos, ni reglamentos disciplinarios. Los Medios tienen que ser creíbles en los mensajes educativos; los proyectos comunitarios no pueden ser indiferentes a las indisciplinas sociales; tampoco los factores de la comunidad y las nuevas estructuras de base en estos tiempos cuando se necesita calibrar más la cultura, el pensamiento y sus luces hacia todos los confines.   

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Joel @ No todo está perdido
abril 11, 2024 at 1:44 am
Son los jóvenes quienes, en mayoría, llevan el mayor peso del quehacer cotidiano del país. Así ha sido siempre. No…
El secretismo no es política de estado, sin embargo, hay directivos en entidades que lo practican...
Hay que adelantarse a los acontecimientos. La ingenuidad en la comunicación, cuesta.
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