La prevención y recuperación de dolencias físicas y mentales forman parte de los objetivos de la salud cubana, en razón de garantizar la calidad de vida de personas aquejadas, a partir de la intervención de galenos, licenciados y especialistas con procedimientos específicos.

Así se constata en la Sala de Rehabilitación del Policlínico Carlos J. Finlay, enclavada en Calvario entre San Ricardo y San Antonio, en Santiago de Cuba, donde son asistidos 27 528 pacientes entre adultos y niños con diferentes afectaciones.

Según información ofrecida por la licenciada Caridad Despaigne Isaac, Jefa de Servicio de la Sala, este centro, fundado desde el 2007, cuenta con dos doctoras en las especialidades de Fisioterapia y Medicina Natural y Tradicional, respectivamente, tres másteres de igual denominación y otro profesional en Atención Primaria de Salud, quienes, a diario, hacen entrega conjugada de amor y conocimiento a cientos de pacientes de la extensa área.

“Aquí atendemos, además, a 7 mil 151 personas envejecidas y más de 400 discapacitados; diariamente a 130 pacientes en turnos diferentes, así como a otros muchos en visita a la comunidad, atendiendo a sus discapacidades y a encamados, a quienes se les aplica ejercicios pasivos para evitar retracciones musculares, escaras o complicaciones respiratorias.
Otro de los programas es la atención a los niños, desde un mes de nacido hasta los seis años de edad, a aquellos que se le detecta un problema o para evitar riesgos de carácter sicosocial”.

A pesar de las carencias de guantes, pomadas analgésicas y otros insumos importantes, que se utilizan para los procesos inflamatorios, artritis, artrosis u otros signos degenerativos, la Sala no ha parado porque se enfrentan las dificultades con creatividad y paliativos específicos, incluso con el apoyo de los pacientes. “Nos alienta el propósito de recuperarlos para una mayor calidad de vida y de ahí su incorporación a la sociedad con el mínimo de incapacidad y máxima independencia”.
La Sala de Rehabilitación del Policlínico Carlos J. Finlay deviene importante centro de referencia, donde el amor hace la maravilla, al amparo de la responsabilidad y la destreza del conocimiento médico por una calidad de vida superior.