Por la Salud Cívica-Moral

Las descargas fisiológicas públicas tienden a convertirse en actos habituales en la ciudad de Santiago de Cuba y si ocurre en otras capitales de provincia, al menos, aquí tiene notas mayores y no por esto considero grave el asunto, en tanto falta de respeto a la ciudadanía y lo que esto repercute.

Ora los “guapos” para demostrar desobediencia cívica, ora quienes se pasan en la bebida alcohólica, enfermos, en fin… Por lo general, prima la irresponsabilidad, la falta de educación formal y hasta el necesario reenfoque consecuente por parte de las autoridades: CDR, Gobierno, servicios comunales y me implico también junto a usted, porque no llamamos siempre la atención cuando alguien desenfunda la portañuela o si es mujer, descubre a populi, la gracia divina defendida con glúteos y pelvis.

“Aquí van mis dimensiones” y corre la orina por la pared, baña buen tramo de la acera y hasta complica la esquina donde las alcantarillas están tupidas. Detrás llegan otros y otras, no importa si son las 8 de la mañana, es mediodía, 5 de la tarde o si existe un poste con una bombilla de más de 150 watts de vapor de sodio, esas luces amarillas que ponen de día la noche.

Cierto que muchos no tiene pudor para evacuar sus desperdicios cotidianos y eso es muestra de la otra cantidad que prima en las azoteas corpus de esos ciudadanos o ciudadanas. Como también es verdad de cuantos enfermos y pequeños que se desesperan ante una necesidad fisiológica.

El hábito hace al Monje, pero lejos de justificar estos actos inescrupulosos, critico la falta de respuesta ciudadana, la necesaria habilitación de servicios sanitarios públicos, un verdadero dolor de cabeza en una ciudad donde prima el hacinamiento y el calor. Incluso, se necesita más la actitud de la policía, de los inspectores y de los servicios comunales.

Hay que educar, aunque muchos aprendieron a leer y escribir, a sacar sus cuentas, logran memorizar leyes, decretos y resoluciones para salir airosos en sus fechorías, pero si existe un cartelito que multa a quien deje sus heces fecales u orinas, entonces, son los ciudadanos más ciegos y sordos del mundo.

A quién le importa, aparentemente, a nadie. Pero cuando el mal olor se expande, entonces, desordena el parque próximo, la cola en el banco popular de ahorro, en la cafetería y hasta revuelve el entorno de cualquier centro o casas hasta romper los cristales.

Hoy reitero mi rechazo a este acto público y no me excluyo, porque en algún momento la vejiga puede traicionar al autocontrol, como mismo le ocurrió al escritor español Rafael Alberti después que subió la escalinata de una añeja y célebre Universidad amiga.

Lo insólito que no hubo advertencia, pero sí se llevó bien mojadito el pantalón y los enredos por un flatus que lo llevó a una asfixia de repente.

Algo debe ocurrir por la salud de nuestro entorno y la disciplina cívica.

Desde el Sol de la Moral

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Jornadas de trabajo intenso; en esta cobertura tuve la oportunidad de acercarme a personas revolucionarias y aman y honran la…
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Joel @ No todo está perdido
abril 11, 2024 at 1:44 am
Son los jóvenes quienes, en mayoría, llevan el mayor peso del quehacer cotidiano del país. Así ha sido siempre. No…
El secretismo no es política de estado, sin embargo, hay directivos en entidades que lo practican...
Hay que adelantarse a los acontecimientos. La ingenuidad en la comunicación, cuesta.
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