Más de una generación apenas conoce la existencia del Museo Arqueológico de Santiago de Cuba, ubicado en el último piso del edificio de la otrora Facultad de Artes y Letras de Universidad de Oriente y fundado por el insigne Felipe Martínez Arango.
Fue F. Martínez Arango muy asiduo a los Congresos Nacionales de Historia promovidos por Emilio Roig de Leuchsenring; premiado en el IV y VII, en 1946 y 1949, respectivamente. Estuvo Arango en el I Congreso de la Unión de Universidades Latinoamericanas en Guatemala 1948, en citas científicas similares de antropología en México donde fue Profesor invitado de varias universidades, incluso, de los Estados Unidos. Miembro de la Sociedad de Geografía e Historia de Oriente desde 1956; de la Sociedad Mexicana de Antropología; y hasta 1960, del Consejo de la Universidad de Oriente, entre otros vínculos académicos.
Allá, como un inventario que parece sólo interesar a los especialistas, se preservan piezas de gran valor arqueológico hace siete décadas, fruto de la exploración y estudios científicos del célebre Felipe Martínez Arango.
¿Cómo surgió el Museo Arqueológico en Santiago de Cuba?
A partir de la necesidad del conocimiento de las raíces indocubana en la región oriental, precisamente, un promotor clásico fue Felipe Martínez Arango, cuyos saberes, orientación firme y liderazgo académico hicieron posible su contribución al momento fundacional de la Universidad de Oriente en los altos de Quintero.
El trabajo de profundización y búsqueda en el terreno conllevó al hallazgo de numerosas piezas que por su exclusividad tuvieron un inventario y cuidado especial, al punto que hubo que considerar un local donde protegerlas y exhibirlas: fue así que se escogió a la Universidad de Oriente, porque allá la colección iba ser objeto de estudios académicos, como –efectivamente- sucedió hasta hoy en foros, seminarios y tesis.
La Doctora Beatriz Dávila, profesora de la Universidad de Oriente, durante muchos años encausó esos estudios académicos, multiplicados con la participación apasionada de los estudiantes y de otros consagrados, por ejemplo, el Doctor Francisco Prat Puig, a quien vi numerosas veces subir esas escaleras con su portafolio muy cargado de hojas con apuntes, libros y hasta una lupa en la revisión constante de cada pieza de origen indocubano exhibida en el Museo Arqueológico en Santiago de Cuba.
Este reportero, precisamente, en primer año de la carrera de Periodismo, conoció a Prat Puig en esos trajines académicos, y lógico, surgió la primera entrevista con una celebridad que dio por sentada la autenticidad de lo que exhibe el mencionado Museo Arqueológico.
El estudio científico más reciente de esas muestras arqueológicas causó mucha impresión en el Taller de Arqueología del Caribe, de la Fiesta del Fuego de este año 2023. Téngase en cuenta que la región oriental no sólo fue explorada por Alejandro de Humboldt, después constan las incursiones científicas de los doctores De la Torre (1890) y Luis Montané Dardé (1891). Fewkes (1904), Eugenio Sánchez de Fuentes (1916), Federico Rasco y Ruiz, Coronel del Ejército Libertador con muestras aborígenes de estos lares y reveladas en 1921; Harrington (1921) y Ortiz (1922).
Hoy, la colección indo-aborigen no está completa, solamente, queda el cuarenta por ciento de la colección en el Museo Arqueológico, porque una parte se halla en el Centro BIOECO, del CITMA Santiago, donde se estudia la biodiversidad y los ecosistemas. En opinión especializada, las piezas se hallan: “en situación, en circunstancias no favorables”.
Dígase de una réplica del hacha holguinera petaloides, un colgante de oro, vasijas en cerámicas y petroglifos auténticos.
Uno de las grandes problemas de la arqueología santiaguera es la necesidad del reordenamiento documental sobre evidencias claves que tipifican como fueron los asentamientos indo-aborígenes en la región oriental, cómo el encadenamiento puede en un fondo-base de datos, por ejemplo, una red que implique la interrelación del Centro Cultural Francisco Prat Puig, BIOECO, El Museo Arqueológico de la Universidad de Oriente, la Ruta del Café en la Gran Piedra, las muestras submarinas en el Parque Subacuático Batalla Nava y del propio decano Emilio Bacardí Moreau, institución donde se atesoran piezas claves de la arqueología cubana como: “los cemíes líticos, únicos y de altos valores, procedentes de Playa Larga, entre Guantánamo y Santiago de Cuba. Ellos fueron reconocidos como los ídolos tallados en estagmitas que fueron localizados a principios del siglo XX en el poblado de Aguadores, Baracoa”. Otros apuntes también consignan más hallazgos en la región oriental de: “rocas, minerales, animales, plantas, fósiles y piezas de anatomía patológica, pero se exhiben en el occidente del país”.
Hay una preocupación y llamado por los académicos por el reordenamiento de las piezas arqueológicas y la necesidad que estén en su museo universitario, al menos, las que les pertenecen; no sólo habrá más claridad de dos grupos aborígenes: siboney y taíno; implica promover un inventario serio y que la propia institución cuente con un inmueble reparado, a tono con la museografía moderna donde estudiantes, público en general, visiten y accedan a la base de datos y evidencias de esos hallazgos de trascendencia universal que tiene, tanto la colección como la historia del centro que cumplió setenta años, y que abarcó un antecedente de la arqueología en el Oriente Cubano en el aporte a una historia no muy revelada aún: la Era Primitiva de Santiago de Cuba.