Más que la estatura de un hombre

José Guillermo Moncada Veranes fue uno de los generales del ejército libertador y le llamaban Guillermón, recoge la historia que el apelativo surgió debido a su gran estatura y su valor en los combates por la independencia.

He visto crecer al Mambí ante mis ojos prestigiando la historia de Cuba, habría a mi juicio que obviar su complexión física, quizás incluso sobreponerse a su hidalguía en las batallas e ir más a las esencias de aquel hombre que cargó los apellidos de su madre sin vergüenza alguna en una época en que prácticamente era un deshonor, ante la negativa del padre de reconocer a sus hijos. Muy joven aprendió el oficio de carpintero con lo que ayudaba a sostener a su familia.

Participó en las tres guerras por la independencia de una manera muy  destacada, en sus inicios en las luchas emancipadoras contaba con solo 27 años, su valor y destreza con el uso del machete fueron reconocidas por el alto mando del ejército libertador y hasta por los propios enemigos.

Las acciones y sucesos que lo engrandecen son incontables, uno de ellos, su rechazo al Pacto del Zanjón y apoyo a  la Protesta de Baraguá. Cuando los firmantes del Pacto del Zanjón accedieron a aceptar aquel trato, Guillermón enérgico y resuelto, dijo: «No podemos admitir nunca la paz  bajo condiciones tan humillantes y ridículas que nos brindan los españoles». Y anticipándose al gesto de Baraguá, escribió a Vicente García: «Oriente en la cuestión presente tendrá que salir con honor».

Sus palabras estuvieron siempre respaldadas por sus acciones, de acuerdo a relatos históricos uno de los hechos protagonizados por Guillermón y que dicen mucho de su estatura de gigante ocurrio  en 1871 en la actual provincia de Guantánamo, el duelo a muerte contra el cubano traidor Miguel Pérez y Céspedes. Este individuo asolaba los campos cubanos junto a una contraguerrilla española que era conocida por su crueldad en contra del mambisado.

Cuentan que al conocer que Moncada se encontraba por su zona de operaciones dejó una nota incrustada en un árbol que decía así: “A Guillermo Moncada, en dónde se encuentre. Mambí: no está lejos el día en que pueda, en el campo de la lucha, bañado por tu sangre, izar la bandera española sobre las trizas de la bandera cubana. Miguel Pérez y Céspedes”.

Guillermón respondió a este insulto al dorso de la misiva: “A Miguel Pérez y Céspedes, en donde se hallare. Enemigo: Para dicha mía se aproxima la hora en que mediremos nuestras armas. No me jacto de nada, pero te prometo que mi brazo de negro y mi corazón de cubano tienen fe en la victoria.  Siento que un hermano extraviado me brinde la oportunidad de quitar el filo de mi machete, más, porque Cuba sea libre hasta el mismo mal es bien. Guillermón”.  El 16 de mayo se verían cara a cara en un cafetal guantanamero y la destreza y juventud de Moncada darían fin a la ignominiosa carrera delincuencial de este traidor.

Ante la imposibilidad de vencer en la etapa denominada la guerra chiquita de 1879-1880 tras analizar los  impedimento de la victoria por factores internos depone las armas y es enviado con otros patriotas a cárceles de España junto incluso a  familiares cercanos. La etapa en la cárcel fue dura y en condiciones muy adversas que quebrantaron su salud, al ser indultado regresa a Cuba e informado de los preparativos de la guerra necesaria se dispone a continuar la lucha y es encarcelado nuevamente, logrando salir por fianza que pagara  José Martí conociendo las cualidades excepcionales del patriota.

El héroe nacional lo designó jefe de la provincia más oriental del país durante la preparación de la Guerra de 1895. Después de dar la orden de alzamiento a dicha provincia, Guillermón se dirigió a Alto Songo, donde se alzó al amanecer del 24 de febrero a pesar de encontrarse muy enfermo de tuberculosis, así andaba aquel grande, maltrecho pero en pie, contraponiendo a la propia muerte sus ideales.

El 5 de abril de 1895 deja de existir Guillermón con grados de  mayor general  en el campamento de Muracal en las proximidades de Songo, Santiago de Cuba, tierra que también lo vio nacer, uno de los  hombres que prestigian la historia de esta isla.

El general Enrique Collazo escribiría luego sobre el arrojo demostrado por Guillermón en los inicios de aquella contienda: «Guillermo Moncada, en Cuba, poco podía hacer, era un moribundo que venía en cumplimiento de su palabra, y guiado por su patriotismo a morir a la sombra de su bandera».

*Tomadas algunas referencias históricas de Wilkipedia.

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Jornadas de trabajo intenso; en esta cobertura tuve la oportunidad de acercarme a personas revolucionarias y aman y honran la…
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Joel @ No todo está perdido
abril 11, 2024 at 1:44 am
Son los jóvenes quienes, en mayoría, llevan el mayor peso del quehacer cotidiano del país. Así ha sido siempre. No…
El secretismo no es política de estado, sin embargo, hay directivos en entidades que lo practican...
Hay que adelantarse a los acontecimientos. La ingenuidad en la comunicación, cuesta.
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