Nuestro pueblo jamás permitiría que este país vuelva a ser una colonia

Les sobran a ellos todos los tanques, y a nosotros no nos sobra ninguno, ¡ninguno!  Toda su tecnología se derrumba, es hielo al mediodía en medio de un parque caluroso. Y otra vez, como cuando teníamos siete fusilitos y pocas balas. Hoy tenemos mucho más que siete fusiles, tenemos todo un pueblo que ha aprendido a manejar las armas; todo un pueblo que, a pesar de nuestros errores, posee tal nivel de cultura, cono-cimiento y conciencia que jamás permitiría que este país vuelva a ser una colonia de ellos.

Les pido a todos, sin excepción, que reflexionen: ¿Puede ser o no irreversible un proceso revolucionario?, ¿cuáles serían las ideas o el grado de conciencia que harían imposible la reversión de un proceso revolucionario?

Todo estratega y táctico revolucionario tiene el deber de concebir una estrategia y una táctica que conduzcan al objetivo fundamental de cambiar el mundo real. Ninguna táctica o estrategia que desuna sería buena.

El mundo está desesperadamente necesitado de una unidad, y si no conseguimos conciliar el mínimo de esa unidad, no llegaremos a ninguna parte.

Yo he pensado mucho en el papel de la ética. ¿Cuál es la ética de un revolucionario? Todo pensamiento revolucionario comienza por un poco de ética, por un poco de valores que le inculcaron los padres, le inculcaron los maestros, él no nació con esas ideas; igual que no nació hablando, alguien lo enseñó a hablar. La influencia de la familia es también muy grande.

Cuando un pueblo llega a la misma disposición de sacrificio que cualquiera de aquellos que con lealtad y sinceridad traten de dirigirlos y traten de conducirlos hacia un destino, eso solo es posible a través de principios, a través de ideas.

Hoy tenemos ideas, a mi juicio, bastante claras, de cómo se debe construir el socialismo, pero necesitamos muchas ideas bien claras y muchas preguntas dirigidas a ustedes, que son los responsables, acerca de cómo se puede preservar o se preservará en el futuro el socialismo.

Les advierto que nuestra sociedad va a ser en realidad una sociedad enteramente nueva. Y en esta carrera de larga distancia, les llevamos ya muchas pistas a los que más se acercan. No es ningún mérito, el mérito está en el imperio, fue demasiado grande la amenaza que nos hizo, el desafío que nos impuso. El mérito está en ellos, lo único que ha hecho nuestro noble, generoso, valiente e inteligente pueblo, es responder; y hoy responde, con la gran fuerza de muchas inteligencias desarrolladas.

¿Es que las revoluciones están llamadas a derrumbarse, o es que los hombres pueden hacer que las revoluciones se derrumben? ¿Pueden o no impedir los hombres, puede o no impedir la sociedad que las revoluciones se derrumben? Podía añadirles una pregunta de inmediato. ¿Creen ustedes que este proceso revolucionario, socialista, puede o no derrumbarse? ¿Lo han pensado alguna vez? ¿Lo pensaron en profundidad?

Pero vamos llegando –yo he llegado, y hace mucho tiempo– a plantearnos esta pregunta, frente a ese superpoderoso imperio que nos acecha, nos amenaza, tiene planes de transición y planes militares de acción, en determinado momento histórico.

Les sobran a ellos todos los tanques, y a nosotros no nos sobra ninguno, ¡ninguno!  Toda su tecnología se derrumba, es hielo al mediodía en medio de un parque caluroso. Y otra vez, como cuando teníamos siete fusilitos y pocas balas. Hoy tenemos mucho más que siete fusiles, tenemos todo un pueblo que ha aprendido a manejar las armas; todo un pueblo que, a pesar de nuestros errores, posee tal nivel de cultura, cono-cimiento y conciencia que jamás permitiría que este país vuelva a ser una colonia de ellos.

(Fragmentos del discurso en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, el 17 de noviembre de 2005)

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Joel @ No todo está perdido
abril 11, 2024 at 1:44 am
Son los jóvenes quienes, en mayoría, llevan el mayor peso del quehacer cotidiano del país. Así ha sido siempre. No…
El secretismo no es política de estado, sin embargo, hay directivos en entidades que lo practican...
Hay que adelantarse a los acontecimientos. La ingenuidad en la comunicación, cuesta.
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