Los santiagueros no olvidamos lo que Sandy nos hizo y nos obligó a que desde cada fase informativa por aviso de ciclón tropical la preparación debe extremarse
Santiago de Cuba, 25 oct.— El 25 de octubre de 2012 fue un día como otro cualquiera hasta que la noche lo abrazó. En la mañana mi grupo de la Universidad en medio de la clase de Televisión con la exquisita profesora Isel Fernández Companiony agotaba varios tema de actualidad, entre ellos el de menos popularidad era el futuro paso de un ciclón en las próximas horas. Es que a diferencia de los hermanos pinareños no habíamos sido tan afectados sistemáticamente en esta zona del país por ese tipo de eventos meteorológicos.
Terminaron las clases cada cual a su casa, a su fiesta o hasta a su playa.
Llegando al barrio en el conocido reparto de Sueño una joven vecina anunciaba a todos que iba a pasar las próximas lluvias en una casa cerca de la costera comunidad de Siboney. »No va a pasar nada »decía muy sonriente con Pamela en mano.
En casa reforzamos la puerta de cristal, conseguimos galletas, jugos, porque es cierto que cuando llueve es necesaria una caricia estomacal. Varias conversaciones en familia rellenaron la jornada y con la llegada de la oscuridad todos esperábamos al fenómeno nombrado Sandy. Con la espera llegó el sueño pero no tuvo la posibilidad de avanzar debido a la fuerte lluvia y los destacados vientos. Una noche larga como dijera el maestro Reinaldo Cedeño. Una cerca entorpecía el umbral, los gritos de las vecinas pequeñas asustadas, los creyentes pidiendo y yo con ellos que finalizara todo y que amaneciera por lo menos para distinguir algo entre tanta cosa dando vuelta en el cielo. Electricidad no había, aunque gracias a la poca carga de un teléfono celular supimos por mi hermano menor residente en Ciudamar que por esa zona había entrado Sandy, nos contó muy nervioso que cuando abría las persianas para ver la revoltura del mar, las gotas de agua salada golpeaban su cara.
La preocupación creció por familiares, amigos, por la ciudad. Esa hermosa Santiago que al amanecer parecía el más abstracto de los cuadros de Picasso. Lágrimas colectivas brotaban en un tour de tristeza por calles y avenidas. Recuerdo árboles destrozados, pájaros yaciendo en el asfalto, derrumbes… La urbe se recuperó, se sigue recuperando.
Pero los santiagueros no olvidamos lo que Sandy nos hizo y nos obligó a que desde cada fase informativa por aviso de ciclón tropical la preparación debe extremarse.