El Guayabero, el último juglar de la tradición musical cubana

Con el tres al hombro, Faustino Oramas Osorio, más conocido como El Guayabero, cumpliría hoy 110 años, quien es recordado por sus extensos recorridos a lo largo de la isla como otros trovadores y soneros itinerantes, convirtiendo su lozana vida artística en un cronista empedernido de las costumbres de la gente más humilde del pueblo.

Holguín,, 4 junio.— Con el tres al hombro, Faustino Oramas Osorio, más conocido como El Guayabero, cumpliría hoy 110 años, quien es recordado por sus extensos recorridos a lo largo de la isla como otros trovadores y soneros itinerantes, convirtiendo su lozana vida artística en un cronista empedernido de las costumbres de la gente más humilde del pueblo.

Así, con singularísima estampa, sus ancestrales tumbaos y el atractivo doble sentido, comenzó a resonar el nombre de este holguinero, formándose como leyenda para la cultura cubana desde el lejano 1940.

Al parecer, el “rey del doble sentido” era mucho más longevo del que aseguraba su documento de identidad, pues fuentes orales y los estudios médicos realizados tras su fallecimiento le calcularon más tiempos de vida
Llegaba a campos y bateyes con el consabido “coopere con el artista cubano”, y muchas veces, a cambio de sus descargas interminables, obtenía un plato de comida, unos tragos o un sitio donde dormir.

En uno de esos recorridos, en 1955, llegó al caserío Guayabero, cercano al central santiaguero Miranda, hoy Julio Antonio Mella, y allí vivió una aventura que le inspiró la pieza por la que es conocido.

“El creador genuino siempre insistió en que sus coplas eran ingenuas, que éramos los oyentes o bailadores los mal pensados que las teñíamos de erotismo o picardía, escribió el dramaturgo Amado del Pino, quien reconoció en él uno de nuestros más genuinos artistas.

“Parecía claro que el llamado doble sentido funcionaba como una forma de hacer sutil la presencia sexual o transgresora, dada con una gracia que la ponía a salvo de los censores a la vez que abría la verja al regocijo de los cómplices admiradores de la danza de Marieta o de cualquiera de esas deliciosas criaturas y situaciones”, añadió.

Después del triunfo revolucionario la vida artística de El Guayabero tomó otros rumbos y su música comenzó a ser escuchada en distintos lugares, más allá de guardarrayas y bateyes en tiempos de zafra.

En todas partes la gente reía con su ingenio y picardía, con sus contagiosos tumbaos y su peculiar y pulcra estampa, aun cuando las sonoridades de la isla ya habían cambiado un poco, la inmensa mayoría de los veteranos se había retirado y la nueva trova iniciaba su plenitud.

“Faustino Oramas es el último representante de aquella generación de soneros que vivieron de la música y para la música, y supieron transmitir a su obra la idiosincrasia del cubano, que siempre se reconoce en las canciones de este juglar oriental”, subraya otro de sus admiradores y además, un investigador de la música cubana, el Premio Nacional de Literatura Leonardo Padura, en las palabras de contraportada del disco El Guayabero (Egrem, 1996).

Merecedor del Premio Nacional de Humorismo, acompañado de su grupo, que actualmente defiende sus raíces, El Guayabero cantó en los más importantes escenarios de Cuba y en varias partes del mundo, dejando a su paso las legendarias composiciones musicales conocidas como, Cuidado con el perro que muerde callao, Como baila Marieta, Mañana me voy pá Sibanicú, y Como vengo este año, entre otras de sus proverbiales piezas sonoras.

Luego de una vida intensa, entre bateyes, sones, risas, algún que otro ron y “doble sentido”, a inicios de marzo del 2007 fue ingresado en el hospital provincial Vladimir Ilich Lenin de Holguín, y 10 días después fallecía uno de los patriarcas de la trova y el son, conocido por muchos como el último juglar de la tradición sonora cubana. (Vanessa Pernia Arias)

 

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