sábado 09 agosto 2025

Vilma: la voz que tejió la fuerza de las mujeres cubanas

Hoy, en cada aniversario de la FMC, la imagen de Vilma regresa como aquella tarde inaugural: erguida, sonriente, con el brillo de quien sabe que cambiar el destino de un país también es obra de mujeres

Era el 23 de agosto de 1960 cuando, en una Habana agitada por transformaciones profundas, Vilma Espín Guillois subió al estrado para anunciar la creación de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC). Aquel día el aire estaba cargado de expectativa; el murmullo de la multitud se mezclaba con el sonido lejano de la ciudad en movimiento. La Revolución apenas iniciaba sus primeros pasos y ya se proponía cambiar no solo las estructuras económicas y políticas, sino también las raíces más profundas de la sociedad.

Su voz, pausada pero firme, se alzó entre aplausos. No era la voz de una oradora improvisada, sino la de una mujer que había vivido en carne propia la lucha armada en la Sierra Maestra, que había caminado los senderos empinados de la clandestinidad, y que había defendido la Revolución desde el mismo amanecer del triunfo. Sin embargo, aquella tarde no hablaba de combates ni de armas; iniciaba una batalla distinta, más silenciosa, pero igualmente decisiva: la de conquistar para la mujer cubana el lugar que le correspondía en la nueva sociedad que nacía.

Vilma no se conformó con discursos. Recorrió barrios humildes y calles empedradas, fábricas llenas de ruido y humo, cooperativas agrícolas donde el sol caía a plomo sobre la tierra roja. Escuchó a obreras con las manos endurecidas, a campesinas que nunca habían visto una escuela por dentro, a estudiantes que soñaban con un futuro donde su voz contara tanto como la de cualquier hombre. No solo convocaba: organizaba, proponía, insistía. Y en cada comité de base, en cada curso de capacitación, en cada brigada voluntaria, iba tejiendo una red de mujeres que aprendían, se empoderaban y se descubrían protagonistas de su propia historia.

La FMC se convirtió así en un puente entre sueños y realidades, en una plataforma desde la cual las cubanas podían defender sus derechos, acceder a la educación, la salud y el trabajo digno. Vilma hablaba de igualdad, pero sobre todo de dignidad. Decía que la verdadera libertad no era solo política o económica, sino también la que se construye en la vida cotidiana, en el respeto mutuo, en la oportunidad de decidir y crear.

Esa semilla, plantada en 1960, germinó en millones de mujeres que desde entonces han ocupado espacios de liderazgo en la ciencia, la educación, la cultura, el deporte y la política. Mujeres que han llevado la bandera cubana a lo más alto en laboratorios, escenarios, aulas y foros internacionales.

Hoy, en cada aniversario de la FMC, la imagen de Vilma regresa como aquella tarde inaugural: erguida, sonriente, con el brillo de quien sabe que cambiar el destino de un país también es obra de mujeres. Su legado no es una página cerrada en la historia, sino un camino abierto que cada generación continúa andando, con la misma convicción y la misma fuerza con que ella, en aquel agosto luminoso, declaró que la Revolución también tenía rostro de mujer.

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Joel @ No todo está perdido
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