Por Gabriela Lozano Montoya Estudiante de Periodismo
Hace unas semanas, en el Cabildo Teatral de Santiago de Cuba, se iban a presentar dos obras del Grupo de Experimentación Escénica La Caja Negra. Emocionada por la idea de disfrutar de una propuesta fresca y diferente, que se apartara de lo convencional (algo característico del teatro experimental), decidí asistir. Sin embargo, al llegar, me encontré con la puerta cerrada y la noticia de que las funciones habían sido suspendidas por razones no especificadas. No era la primera vez que me sucedía. En otra ocasión, intenté asistir a una función del grupo «A Dos Manos», pero se canceló por falta de electricidad. Como espectador, uno se siente frustrado por haber hecho el esfuerzo de ir, solo para regresar a casa con la sensación de que algo en el engranaje de la vida cultural santiaguera no está funcionando como debería. Pero, ¿cuál es la verdadera causa? ¿Es solo la crisis económica? ¿O estamos ante un cambio en los patrones de consumo cultural que afecta la manera en que se concibe y se disfruta el arte en la ciudad?
Un público en transformación y un sector que se resiste
Santiago de Cuba siempre ha sido una ciudad con una vida cultural vibrante. Desde sus calles llenas de música hasta sus festivales de teatro y danza, la ciudad ha respirado arte durante décadas. Sin embargo, en los últimos años, la asistencia a eventos culturales ha disminuido y el público se ha vuelto más selectivo. Las redes sociales y el acceso a contenido digital han transformado la forma en que las nuevas generaciones consumen cultura. ¿Cómo competir con la inmediatez de un video viral en TikTok o con la comodidad de ver una serie en casa sin preocuparse por el transporte o la electricidad?
El teatro, la música en vivo y las exposiciones de arte requieren un compromiso por parte del espectador, un esfuerzo que parece cada vez más difícil de alcanzar. Y si a eso le sumamos los problemas logísticos—falta de recursos, cancelaciones inesperadas, problemas eléctricos—es comprensible que muchos opten por formas de entretenimiento más accesibles y menos inciertas.
El arte como resistencia, pero… ¿hasta cuándo?
A pesar de los obstáculos, los artistas de Santiago siguen apostando por la cultura. Proyectos como La Caja Negra se han mantenido firmes en su misión de ofrecer propuestas teatrales innovadoras, al igual que otras agrupaciones que continúan creando y presentando su arte a pesar de la precariedad. Pero, ¿hasta cuándo se puede resistir sin un apoyo real? ¿Qué sucederá cuando los creadores decidan que ya no vale la pena luchar contra la incertidumbre?
El problema no es solo de los artistas, sino también del público. Si permitimos que la cultura pase a un segundo plano, si normalizamos la idea de que un concierto, una obra de teatro o una presentación literaria son lujos prescindibles, habremos renunciado a una parte esencial de nuestra identidad.
El futuro de la cultura en Santiago de Cuba depende de su capacidad para adaptarse a los tiempos actuales. Quizás es momento de repensar los formatos, de integrar más herramientas digitales, de hacer de la tecnología un aliado en vez de un enemigo. Las redes sociales pueden ser un puente entre los artistas y el público, permitiendo nuevas formas de interacción que hagan más accesibles las manifestaciones culturales.
Pero más allá de eso, se necesita una reflexión colectiva: ¿Qué valor le damos a la cultura en nuestras vidas? ¿Estamos dispuestos a luchar por ella, a hacer el esfuerzo de asistir, de apoyar, de ser parte del «circuito» cultural de nuestra ciudad?
Porque si no lo hacemos, corremos el riesgo de que, un día, lleguemos al teatro… y la puerta esté cerrada para siempre.