Durante cuatro días de intensa actividad, Santiago de Cuba se convirtió en el epicentro del escenario político de la isla al albergar el IV Congreso del Partido Comunista de Cuba. Este evento, considerado uno de los más significativos en la historia reciente del país, se llevó a cabo del 10 al 14 de octubre de 1991 en un momento crucial: el desmoronamiento del bloque socialista en Europa del Este.
La elección de Santiago de Cuba como sede del Congreso no fue accidental; esta decisión se basó en su simbolismo como bastión inexpugnable de la revolución, demostrado por la capital oriental durante la prolongada lucha por la independencia y soberanía de la patria.

Mis colegas y yo tuvimos el privilegio de estar allí; el teatro Heredia se había convertido en el foco de atención no solo de toda Cuba, sino del mundo entero. Muchos creían que esta pequeña isla caribeña, que ya no contaba con aliados en Europa del Este, finalmente se rendiría y caería en las garras del imperio que, a solo 90 millas al norte, nunca ha abandonado su aspiración de anexarnos a su territorio, y en ese momento, parecía que sus expectativas estaban a punto de cumplirse.
Por mi parte, siempre había deseado encontrarme con Fidel, aunque no imaginaba que se daría en un momento en el que el líder estaba tan ocupado. Como periodista acreditado para la cobertura del congreso partidista sentía la necesidad de saludarlo y conversar, ya que quería realizar una crónica diferente; deseaba hablar con él y saber cómo enfrentaría la realidad venidera para que los cubanos siguieran creyendo en el proyecto de la revolución socialista.

En el receso de una de aquellas jornadas, él tuvo un aparte con los periodistas santiagueros acreditados; nos saludó cordialmente y estrechó nuestras manos. En realidad, no fue necesario hacerle las preguntas que habíamos preparado, ya que él mismo nos actualizó sobre cada uno de los asuntos discutidos: “el impacto de la desaparición del campo socialista, las decisiones y medidas indispensables adoptadas, las nuevas dificultades que se avecinaban y el espíritu de combate y victoria que debía prevalecer entre los cubanos; nos alertó sobre el recrudecimiento del bloqueo de Estados Unidos hacia Cuba a partir de ese momento y del protagonismo que adquiría la ciencia en función del desarrollo de la nación”.
El líder de la revolución nos relató lo difícil que había sido el debate sobre la aceptación del «mercado libre campesino» y la incorporación de creyentes en las filas del Partido Comunista, entre otros asuntos importantes.
En este 98 cumpleaños de Fidel, es digno de mencionar que, a pesar de los numerosos problemas surgidos tras la desaparición del campo socialista, en el IV Congreso realizado en 1991 en Santiago de Cuba, él reafirmó la vocación internacionalista de la revolución al proclamar: «Hoy luchamos no solo por nosotros mismos y por nuestras ideas, sino que luchamos por las ideas de todos los pueblos explotados, subyugados, saqueados y hambrientos de este mundo…».