Autor: Germán Veloz Placencia
Holguín.– La angustia sacudió a Carlos Peña Rodríguez tan pronto conoció del inicio del fuego que, entre el 19 de febrero y el 15 de marzo de 2023, castigó brutalmente áreas de la Sierra de Nipe, en el municipio de Mayarí. Entonces, su reacción inmediata fue repasar el contenido de la mochila que mantiene preparada para casos de emergencia, y se mantuvo al tanto de la orden de partida hacia las zonas golpeadas por el siniestro, seguro de que haría falta la experiencia que ha acumulado en la evaluación de los impactos de ese tipo de desastre.
Como intuía, en su condición de jefe del Departamento de Ecosistemas Terrestres en el Centro de Investigaciones y Servicios Ambientales y Tecnológicos (Cisat) de Holguín, integró un equipo de geógrafos, biólogos (zoólogos y botánicos), especialistas en suelos y expertos en gestión ambiental de ecosistemas, e hizo campamento en la Estación de Investigaciones Integrales de la Montaña, en Pinares de Mayarí. Habían transcurrido los peores momentos de aquellos 25 días en los que las llamas parecieron imparables. Lo embargaba un sentimiento de pérdida de algo muy entrañable y, entre las cosas en las que no dejaba de pensar estaban las alturas de Jimbambay.
«Allí las formaciones vegetales principales son pinares mixtos con algún tipo de vegetación nativa. Hace años montamos parcelas para realizar evaluaciones de recursos naturales y biodiversidad, pero quedaron calcinadas y, con ello, se afectó información científica de mucho valor para el manejo de esas áreas».
Las labores en el terreno se extendieron por diez días. Lo primero fue el trabajo con los mapas. También determinaron los métodos de muestreo para aplicar, paso necesario para conocer el grado de severidad de las afectaciones en cada lugar. A las 6 de la mañana salían de la estación, y el retorno no era antes de las 4 de la tarde, tras realizar largas caminatas de ida y vuelta.
Si la mayoría de los sitios son de difícil acceso, a Carlos no se le olvida Río Piloto, que se encuentra en el Anillo Cársico de La Meseta de Pinares de Mayarí. Es un entorno agreste, en el que el caminante debe estar atento a todo. Ocultas, de las más diversas formas, hay furnias que pueden engullir a una persona si no se detectan a tiempo, relata.
En sus palabras transmite lo complejo que resultaron las investigaciones: «El grupo de trabajo se había propuesto determinar los principales impactos sobre los recursos naturales, ecosistemas, procesos ecológicos y sus consecuencias en los sitios afectados; identificar las causas, presiones y las vulnerabilidades surgidas e incrementadas, con el fin de proponer recomendaciones y acciones que contribuyan a la reducción de los daños, y a definir los principales tipos de manejo para fortalecer la resiliencia intrínseca de los ecosistemas y especies afectadas».
RIGOR CIENTÍFICO DE PUNTA A CABO
El rigor científico que identificó las acciones investigativas se refleja en el informe emitido por los investigadores. Ese documento, repasado por Granma en compañía de Carlos Peña, deja claro que la cifra de hectáreas dañadas fue de 13 938,53, o sea, por encima de las 7 000 informadas de modo preliminar. Solo en el Parque Nacional La Mensura-Piloto fueron afectadas 4 441,3 hectáreas, que representan el 50,2 % de la superficie de esa área protegida. La determinación de la superficie total impactada por el siniestro se realizó con imágenes Landsat 8, utilizando las bandas 5 y 7 del infrarrojo.
Debido a la duración y extensión del fuego y la biomasa presente en la vegetación afectada, el impacto del incendio en la atmósfera fue muy alto. Según cálculos, la carga contaminante proveniente de la combustión superó las 1 000 toneladas por hectárea, lo que podría haber arrojado a la atmósfera cerca de 14 millones de toneladas de gases contaminantes.
El suelo alcanzó temperaturas muy elevadas, que dieron pie a la pérdida de la capacidad de retener el agua y a la supresión de la capa vegetal, siendo esto último la causa de deslizamientos de tierra, como indicio de insuficientes medidas de conservación y barreras de contención en las áreas.
Los análisis de laboratorio realizados a muestras de cuerpos de agua en áreas próximas a la zona afectada por el incendio, arrojaron que no hubo variaciones significativas en los parámetros de calidad de las aguas terrestres.
Las llamas también se ensañaron con la flora. En la Sierra de Nipe se estima la existencia de 1 540 especies de plantas espermatofitas, de 668 géneros y 137 familias. De 700 a 800 especies de plantas podrían haber resultado impactadas directa o indirectamente por las llamas. Las mayores afectaciones a la flora tuvieron lugar en especies del sotobosque de los pinares, bosques pluviales y charrascales.
Graves también resultaron los daños padecidos por la fauna. La larga lista de víctimas incluyó aves, reptiles, anfibios y moluscos, sobre todo en la Sierra de Nipe, con altos niveles de endemismo y especies amenazadas.
RECOMENDACIONES PRECISAS Y RESPUESTAS INMEDIATAS
Para conocer lo que se ha hecho a partir de las recomendaciones dejadas por los evaluadores es imprescindible contactar con los integrantes de la Estación de Investigaciones Integrales de Montaña, dirigida por el máster en Ciencias Roberto Pérez de la Cruz, quien, en primer lugar, pondera la laboriosidad y preparación técnica de sus poco más de 50 subordinados.
«Como ocurre en todo el país, enfrentamos la falta de fluido eléctrico en nuestras instalaciones. Además, golpea la falta de combustibles, lubricantes y piezas de repuesto para los vehículos, pero prevalece la voluntad de cumplir cada tarea».
Centrado en el Parque Nacional Mensura-Piloto, refiere que, al cierre de 2024, fue posible recuperar 63 hectáreas mediante plantaciones, lo que es favorecido por la disponibilidad de viveros como el de Pinarito, cercano a las zonas laceradas por el siniestro.
«Se ha tenido en cuenta que en los sitios con afectaciones críticas a la estructura de la vegetación se debe realizar una restauración del bosque usando especies propias del mismo como Pinus cubensis, Jacaranda arborea, Ouratea striata, Myrsine coriacea, Lyonia macrophylla, entre otras».
Asimismo, se observó la adecuada regeneración natural de 25 hectáreas. Aseguró que es un proceso que no se deja a la voluntad de la naturaleza, porque hay monitoreo constante y evaluación in situ de las necesidades de restauración ecológica, en dependencia de los niveles de severidad del incendio.
En relación con ese empeño, reconoció la cohesión de trabajo mantenida por las 21 personas a cargo del funcionamiento del Parque Nacional.
Del rigor técnico con que se acomete cada paso habla el control que se hace sobre la explosión demográfica del helecho Pteridium aquilinum. El éxito de esa medida está, confirma Roberto, en la extracción de rizomas, que deben ser enterrados en hoyos de 70 centímetros de profundidad. Ello es importante para evitar que la planta se torne invasora y limite la regeneración natural de las otras especies que conforman el bosque.
«La recuperación es tan integral como la evaluación del impacto del incendio. Hemos contado con la presencia de equipos llegados desde la sede del Cisat, en la ciudad de Holguín, con el fin de reevaluar el estado de conservación de la biodiversidad endémica local de la Sierra de Nipe, utilizando normas y criterios internacionales. Ya hicieron seguimientos al Gavilán Cola larga y a la Bijirita del Pinar.
«Tenemos presente que en los sitios quemados, con pendientes mayores a 20 grados y proclives a erosión, los árboles caídos deben acomodarse y acordonarse en contra de la pendiente, para crear diques orgánicos de contención y mitigar la erosión del suelo, hasta tanto adquiera suficiente cobertura vegetal».
El conjunto de tareas contempla el desarrollo de acciones de rehabilitación en las áreas fragmentadas por trochas de 10m-12m de ancho, abiertas durante las acciones para mitigar y detener el fuego.
«Nos han orientado potenciar, aprovechar y perfeccionar las medidas de control y combate de incendios forestales en el área, aprovechando más la amplia red hidrográfica in situ. Por eso, entre otras cosas, debemos crear accesos fáciles a algunos sistemas, limpiar y quitar toda la vegetación que entrecruza los riachuelos para evitar que a través de ella el fuego pase».
Un objetivo bien definido es elaborar proyectos de investigación en los próximos años. Así se ha propuesto uno dirigido a la transferencia de tecnologías socio-ambientales en función de la rehabilitación forestal de la Sierra de Nipe. Esta también será beneficiada con la reevaluación del sistema de conservación de especies de plantas endémicas estrictas y ecosistemas claves.
El fuego se ensañó con esta zona de la geografía holguinera, y sus daños aún duelen y lo harán por buen tiempo. Sin embargo, tan ardiente y voraz como las llamas, es la voluntad de quienes, desde el momento mismo de la extinción del fuego, comenzaron el largo pero posible camino de la recuperación.