El sueño de Nancy Castillo del Río era verse dando clases en un aula y formando generaciones de hombres y mujeres de bien, pero la vida le tenía otros planes preparados. La pedagogía no pudo ser posible en su juventud y a los 16 años comenzó a recorrer otro camino igual de hermoso.
Desde Songo-La Maya se fue hasta La Habana a estudiar y en el año 1974 comenzó a trabajar como auxiliar de enfermería en un hospital materno, atendiendo niños de 0 a 3 meses de vida. Esa primera etapa representó un caudal de experiencias para ella, pues se enfrentaba por primera vez al trabajo directo con los pacientes.

Al inicio pensó que no podría asumir el reto, era un grupo etario de mucho riesgo y dentro de la sala de Gastroenterología cada minuto contaba a favor de la vida. Con frecuencia recibía lactantes deshidratados y canalizar esas pequeñas venas era un desafío profesional. Nancy describe esa etapa profesional como una enseñanza para toda la vida y el momento donde la enfermería la enamoró para siempre.

A lo largo de su vida ha laborado en diferentes servicios de salud. Cuando decidió regresar a su provincia natal tuvo un cambio profesional, que ella denomina choque brusco, pues pasó de atender niños pequeños a cuidar pacientes con enfermedades psiquiátricas en el hospital Gustavo Machín de Santiago de Cuba.

Ahí estuvo por espacio de siete años y, aunque confiesa que no le gustó el trabajo con esa especialidad de la medicina, su humanismo le ayudó a que sus pacientes se sintieran bien y las familias agradecidas. Durante esa etapa se superó y de auxiliar de enfermería alcanzó la categoría de enfermera general.
Decidió salir del perfil de Psiquiatría y solicitó un curso básico de administración. Cuando se graduó fue el primer expediente de su clase y pasó a trabajar en la atención primaria en la ciudad de Santiago de Cuba. Desde la Dirección Provincial de Salud Pública fue supervisora de las áreas de salud y ocupó varias responsabilidades, hasta que se traslada para el policlínico de La Maya.

Llegó al municipio con muchos saberes y habilidades acumuladas y asumió el cargo de subjefa de enfermeras en el territorio. En el año 1989 asumió la jefatura de la especialidad de enfermería en la Tierra del León de Oriente. Esa responsabilidad la combinó con otras labores de apoyo al grupo provincial, aportando los conocimientos adquiridos en los diferentes servicios que le solicitaron.
Cuando llegó la edad de jubilación Nancy decidió acogerse al descanso y pasar más tiempo con la familia, pero algo dentro de ella no se sentía conforme. Algunos meses después se reincorporó y volvió a usar su uniforme blanco y la cofia, para volver a atender pacientes y enseñar a las nuevas generaciones de enfermeros y enfermeras.

En estos momentos está realizando las cuatro labores de su especialidad: asistencial, administrativa, investigativa y docente, en el policlínico Carlos Juan Finlay de La Maya. Otra vez los pacientes que transitan por el cuerpo de guardia y los otros servicios de esa institución de salud ven a Nancy por los pasillos con esa sonrisa permanente y ese trato impecable, que ayuda a sanar y salvar.
Le pedimos resumir la enfermería en una sola palabra y ella no pudo. Para esta mujer especial su labor lleva “sacrificio, humanismo, dedicación, consagración y muchos valores para realmente lograr lo que uno quiere con el paciente, la familia y la comunidad en general”.