Motivo enaltecedor y de sobrado orgullo deviene para los cubanos la celebración, cada 12 de agosto, del Día Internacional de la Juventud, razón vigorosa no solo para revelar sus valores, sino además potenciar las urgencias de su rol, sobre todo en estos momentos que más recaba la Patria de su abrazo.
La historia de la nación revela el desempeño glorioso de los jóvenes en todas las contiendas libertarias, en las que se alista una vasta pléyade de patriotas, que entregaron su vida para librar a la madre tierra de la explotación, el dolor y la muerte; cientos y cientos de héroes y mártires que surcaron el trecho de la victoria definitiva para la construcción de una gloriosa obra de casi siete décadas.
No ha sido fácil vencer el camino, sobre todo por las disímiles artimañas del enemigo imperial, perpetradas contra los cubanos con un saldo importante de víctimas como consecuencia de actos terroristas y de otras muchas afectaciones económicas y sociales, en esencia por el simple hecho de no doblegarse a sus designios. Y hoy no cejan en sus empeños con la aplicación, cada vez más recrudecida del bloqueo y de una guerra mediática, dirigida, esencialmente, a los jóvenes.
Bastan razones para que, en las circunstancias tan complejas que vive la nación, este grupo etario cumpla con sumo decoro su rol predestinado por la historia y eso significa ante todo tener una claridad meridiana de todos los porqués, que dan respuesta a las situaciones lacerantes al normal desarrollo del país.
Como decía nuestro Comandante en Jefe: “Hay que pensar en las ideas y que somos seres pensantes, una especie que se ha dado en llamar especie humana, que adquirió capacidad de pensar…”, y los jóvenes gozan de esa suerte y de ímpetu, emprendimiento y mucho corazón, con la posibilidad, cada vez, de conocimientos más sólidos, espíritu creativo y madurez.
Toca batallar y mantener una actitud digna y leal al legado de los grandes hombres y mujeres que les precedieron, y a Fidel, el mayor laurel de la Patria. Se trata, como, también dijera: “Hacer las cosas diferentes y hacerlas mejor, trabajar duro, con más rigor y eficacia”. A los jóvenes de este archipiélago corresponde esa responsabilidad.
El Día Internacional de la Juventud fue declarado por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 12 de agosto de 1999, entre otras cosas, según reza en textos confiables, para ‘…tratar de incrementar el conocimiento sobre la situación global y la comprensión sobre las necesidades y aspiraciones, promover políticas supranacionales y locales ante estatales y privados para salvaguardar el bien más preciado de una sociedad’.
A esas urgencias de origen se añaden hoy otras de mayor magnitud, en relación con los inexorables cambios que exige la humanidad y es que no puede quedar en la contemplación y el lamento acciones genocidas como las que acontecen en Palestina; demandan de la reacción enérgica de condena, en una sola voz y masa unida de hombres, mujeres y jóvenes para acabar con la muerte.
Este memorable día se empina para encauzar la vida de los seres humanos hacia un bienestar superior, con el protagonismo de los jóvenes, donde prevalezca esencialmente el intercambio racional, el pensamiento científico y el amor entre las personas, con el deliberado propósito de salvar al mundo.