Pletórica de gloria por las grandes hazañas de sus hijos, en 510 años de una historia creciente, se empina orgullosa y comprometida de mantenerse en el corazón de los cubanos, la otrora Villa Santiago de Cuba.
Muchos hombres y mujeres, nativos o no de este emblemático sitio, mantienen latiente en su pecho un amor especial, dado no solo por la idiosincrasia de su gente, siempre dispuesta a dar todo de sí a cambio de un abrazo, sino además por sus notables valores en los que resalta su coraje, hospitalidad, altruismo y de sincero proceder con el acompañamiento imprescindible de su permanente alegría.
Intelectuales, científicos, deportistas y de otras muchas esferas de la sociedad, cubanos o no, siempre demuestran especial interés por conocer y visitar a la portadora del titulo honorífico de Héroe de la República de Cuba y de la Orden Antonio Maceo, otorgados en acto público, en diciembre de 1984, por nuestro Comandante en Jefe, Fidel Castro Ruz.
Entre esos muchos están aquellos a quienes se les identifica como santiagueros ausentes, porque trabajan y viven en otra localidad del país, algunos, incluso, con grandes responsabilidades; están los que ya no viven en Cuba, pero siguen amando a su terruño y otros quienes sin haber nacido aquí dejaron sus huellas en la Sierra Maestra, se empinaron y hasta se graduaron en la Universidad de Oriente; entre tantos, para orgullo de esta región, se alista Waldo Leyva, destacado hombre de las letras por su colosal labor creativa como poeta, ensayista y narrador, quien en pocas estrofas supo definir a su Santiago.
En una entrevista que le realizara, en ocasión del aniversario 500 de la Villa y que fuera publicada en la Revista Legendaria de la Asamblea Municipal del Poder Popular, el ilustre intelectual cubano, expresó, acerca de su poema, devenido revelación auténtica y simbólica: “Para una definición de la ciudad tiene otra historia también vinculada con esos primeros años de estancia mía en Santiago. Sentí desde el primer momento que era una realidad palpable esa conciencia de que esta ciudad es alegre, humanamente alegre, con una capacidad de entrega como pocas, y lista sin reservas para los más exigentes sacrificios”.
Refirió que llegó por primera vez a la ciudad en la década del sesenta y en los sucesivos años, percibió que “los héroes se sentían como algo cotidiano, sin la pompa que los aleja de los demás mortales. Para cada instante, por terrible que fuera, había una canción; el diálogo entre el mar y la montaña es único, la luz es sonora, sus hombres y mujeres te quieren o te rechazan sin que medien posición o jerarquía, lo hacen por tu valor como persona. Y, desde luego, sabiendo todo esto, era fácil que un día saliera el poema que ha tenido la suerte de dejar de ser mío y asumir la voz de los demás sean santiagueros o no”.
Y es que Para una definición de la ciudad sigue identificando a Santiago, con independencia de todos los avatares, porque aquí nunca faltará una piedra para ser lanzada a los enemigos, las calles guardan las huellas de sus héroes, el mar se vislumbra desde el Tivolí, las ventanas se mantienen abiertas a las guitarras y las puertas dispuestas a la bienvenida. Así siempre fueron y son los santiagueros: alegres, optimistas y de voluntad indomable para enfrentar y vencer desafíos, y con una historia gloriosa de amor y heroísmo, cual huella imborrable, al amparo del decoro y la lealtad.
A 510 años de su fundación, Santiago de Cuba mantiene en su espíritu y emprendimiento la herencia mambisa y rebelde, y la suerte de una extraordinaria naturaleza que se pondera con la presencia genuina de su gente.