En el 210 aniversario de su natalicio, la Madre de la Patria late en el pecho de Cuba. El aire cargado de salitre y rebeldía huele a tierra mojada en el oriente cubano.
Hoy, como hace 210 años, la ciudad que vio nacer a Mariana Grajales Cuello se viste de gala para celebrar no solo un cumpleaños, sino un legado que atraviesa siglos.
La mujer que tejía vendas y valentía en la manigua, la que empuñó machetes y cunas con igual firmeza, sigue siendo bandera y raíz para las cubanas de hoy.
La Cuna: Sangre Caribe y Fuego Libertario
Nació entre el rumor del mar y los secretos de la Sierra Maestra.
Hija de José Grajales, dominicano, y Teresa Cuello, santiaguera, Mariana heredó el mestizaje indómito del Caribe.
A los 16 años, el destino la marcó: viuda joven, madre de tres hijos, volvió a amar y parir esperanzas con Marcos Maceo.
De ese amor nacieron 11 hijos más, una tribu que juraría libertar la patria o morir por ella.
La Manigua: Donde las Lágrimas se Convertían en Balas
A los 53 años, Mariana cambió el delantal por el fusil. En la Guerra de los Diez Años, curó heridas con hierbas y zurció el alma de los mambises.
Cuando Antonio sangraba en el muslo, ella gritó: «¡Fuera faldas de aquí! No aguanto lágrimas». Y al pequeño Marcos, de solo ocho años, lo espoleó: «¡Empínate, es hora de ir al campamento!”.
La manigua fue su universidad: enseñó que resiliencia es caminar descalza por el monte, parir entre balas, enterrar hijos y seguir.
El Exilio: Muerte en Tierra Ajena, Inmortalidad en Cuba
Jamaica la recibió con el dolor del destierro.
Allí murió en 1893, sin ver libre a su patria, pero Martí la abrazó como a un símbolo: «De león y leona vino Maceo», escribió.
Hoy, sus restos descansan en Santa Ifigenia, junto a los héroes que ella ayudó a forjar.