miércoles 23 julio 2025

Arte y oficios, donde la laguna anunciaba la lluvia

Cuando Zoila Olimpia decía “hoy va a llover”, podías darlo por hecho. Antes de afirmarlo, seguramente se había parado en el diminuto portal de su casa, allá en Arte y Oficios, y mirado hacia el este de la ciudad, en dirección a la laguna. “Cuando se nubla por ahí, seguro que en Santiago llueve”, solía decir con convicción; y rara vez se equivocaba.

Pero no era solo Olimpia. En el barrio había otras personas que lo aseguraban también: Olga y Duglas, María y su hijo “el delegado”, Rafael y los dependientes de la bodega del parquecito, entre otros.

Fotos: Colaboración de Delkis de Armas

Arte y Oficio es mucho más que una simple demarcación geográfica. Aunque no hay un registro específico de la fundación del barrio, su historia está ligada a la evolución de la ciudad y a los procesos de desarrollo urbano que han tenido lugar a lo largo de sus 510 años.

Se estima que en los primeros años del siglo XX marcaba el punto final del reparto Flores y de la calle Santa Úrsula. Es un barrio legendario, no solo por el camino y la historia de la laguna, sino también por su emblemática rotonda, el parque amplio y circular diseñado para el disfrute de niños y adultos y porque, en las noches, muchos vecinos se reunían allí para refrescar del calor habitual.

Fotos: Colaboración de Delkis de Armas

Durante épocas festivas, como ahora en los carnavales, el parque se convertía incluso en un “hospedaje” improvisado para quienes venían de otros lugares: tras finalizar la fiesta en Santa Úrsula, muchos se sentaban allí por cualquier motivo y los sorprendía el amanecer.

Hace unos días, fui a visitar a unas amistades que viven en la loma de Calle 6, cerca de la casa-museo del deporte de la comunidad, donde vivió el rey de las pistas cubanas y mundiales: el olímpico Alberto Juantorena. Subí hasta la rotonda y el parque y, con cierta nostalgia, recorrí con la vista los lugares que antes marcaban la vida cotidiana del barrio: donde estuvo la farmacia, la tienda de El Chino, la heladería, la bodega donde uno podía tomarse una Hatuey bien fría; la calle Laguna, la casa donde vivía Zoila Olimpia y la parada final de la ruta 4 de las guaguas (Quintero-Flores), entre otros tantos sitios que forman parte de la memoria del barrio.

Fotos: Colaboración de Delkis de Armas

“La laguna ya ni se menciona”, me confirmó Antonio, un viejo amigo que vive cerca de donde antes estuvo la base de taxis, una loma dentro de la ciudad que aún sirve de mirador natural de toda esa zona. “Como ha dejado de llover, o al menos ya no llueve con la frecuencia de hace unos años, ni laguna ni verdor se ven por esa zona”, dijo, refiriéndose a lo que hoy perdura más allá de la circunvalación que lleva al aeropuerto.

Quizás por eso, cuando ahora el cielo se nubla hacia el este, ya nadie lo menciona con la certeza de otros tiempos. Faltan Olimpia en su portal y muchas de aquellas voces que sabían leer el barrio como se lee un libro abierto, pero Arte y Oficios sigue ahí, aunque hayan cambiado las lluvias y los nombres, con su parque, su rotonda, el politécnico, la farmacia… y esa historia que, en silencio, sigue aguardando todo lo que alguna vez fue, y a quienes aún saben mirar hacia la laguna para entender no solo los cambios del clima, sino también el alma de la ciudad.

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