Este 7 de junio, resuena en Cuba un júbilo profesional: la celebración del Día del Bibliotecario, tributo al natalicio de Antonio Bachiller y Morales, el «Patriarca de nuestras letras» según Martí y piedra angular de la bibliotecología nacional. Pero este homenaje va más allá de recordar a un ilustre; es un reconocimiento vibrante a una profesión que encarna la misma esencia de la adaptación y la permanencia.
La historia nos enseña una lección asombrosa, desde los caldeos, babilonios y griegos que manejaban tablillas de arcilla, hasta los bibliotecarios contemporáneos que navegan océanos digitales, el núcleo de su labor (organizar, preservar, dar acceso al conocimiento) ha demostrado una resistencia admirable. La biblioteca y el bibliotecario son, quizás, una de las especies profesionales mejor adaptadas de la historia. Si la rigidez hubiese sido su norma, hace siglos habrían sucumbido. Al contrario, su flexibilidad y capacidad de metamorfosis los han convertido en organismos vitales, lejos de cualquier peligro de extinción.
Hoy, esa evolución continúa a velocidad de vértigo. Los catálogos migraron de la arcilla a la nube, el «libro de piedra» convive con la biblioteca virtual, y las nuevas tecnologías no sustituyen, sino que potencian la misión esencial. La bibliotecología no solo sobrevive; está en plena vigencia, reinventándose como guía indispensable en la selva informativa del siglo XXI.
Pero esta profesión es mucho más que técnica y tecnología. Ser bibliotecario en Cuba implica un compromiso profundo, asumir con responsabilidad y decoro la tarea de canalizar las necesidades informativas de forma ética y coherente. Es un asalto a la ignorancia, una herencia de siglos que portan con orgullo figuras como las licenciadas Margarita Pobea, Ana Luisa Pinillo y Bárbara Lazo, ejemplos de esa experiencia y dedicación que hoy se celebra.
El llamado es claro, especialmente a las nuevas generaciones: amar y defender esta hermosa profesión. Porque el bibliotecario es un arquitecto del conocimiento y un facilitador del mejoramiento humano. Su labor, en la encrucijada entre el legado milenario y la innovación constante, marca pautas significativas para la historia nacional.
Disfrutemos esta celebración con la plena satisfacción de quienes saben que su trabajo, en esencia, no ha cambiado: conectar a las personas con el saber. Y en ese puente, construir virtud y progreso.
¡Feliz Día del Bibliotecario Cubano! Que su evolución siga iluminando el camino del conocimiento.