La política genocida de la gobernación estadounidense a la población cubana, causa de los diabólicos efectos de carencia en la nación, tiene como respuesta un diario acontecer de resistencia y creatividad en mujeres y hombres, quienes se empinan con dignidad.
Si bien es cierto que los heroicos nativos no se han dejado aplastar, se viven momentos muy difíciles ante las reales limitaciones para garantizar periódicamente, y por igual, alimentos tan básicos como el arroz y granos, y a la par, las recurrentes dificultades financieras para adquirir recursos imprescindibles como el gas licuado para la cocción. Se suma la falta de piezas para la reparación de ollas y cocinas eléctricas, con la incidencia, además, de no contar con suficiente generación energética.
Se trata de toda una sumatoria de problemas ocasionados por esa intensión perversa de acabar con el pueblo a partir de medidas de extrema crueldad y muy concretas, que son utilizadas por los mismos causantes, a través de una guerra mediática extendida a las redes para confundir y convencer de la incapacidad de la dirección del país.
Esta verdad irrefutable se alimenta, lamentablemente, de errores a instancias administrativas, de decisiones equivocadas, carentes de previsión y sagacidad, con independencia de sanas intenciones; aun más grave los signos de corrupción, todo lo cual constituyen caldo de cultivo para las pretensiones enemigas. De ahí que se impone la vigilancia, la exigencia y el control, con la debida aplicación de la ley ágil y oportuna cuando sea necesario.
A toda esta circunstancia, nada ajena a la familia cubana, se añade la insuficiente información y comunicación a escala comunitaria e institucional, vacíos que utilizan los agresores y sus séquitos para irritar, crear angustias e incidir en el desaliento, la desconfianza y la emigración.
Si bien es importante el desempeño de los espacios informativos en los distintos medios de prensa, también se requiere mantener informada a la población, a través de todos los canales en la comunidad y al amparo de las instituciones oficiales del Estado, tal y como contempla la Ley de Comunicación. Las bolas siempre alimentan falsas expectativas y el pesimismo.
Al mismo tiempo, el desafío interno indica la urgencia, a escala local, de buscar alternativas de protección a los de menores ingresos, que al no ser todos considerados vulnerables, quedan algunos con mantenida necesidad; erradicar el desgano y el mal trabajo, e ir al crecimiento de valores, cual hijos dignos de Martí y Fidel.
No se puede caer en la trampa grosera de los enemigos de este heroico pueblo. El nivel de instrucción alcanzado permite a cada individuo discernir sobre el bien y el mal, dónde hay verdadera justicia social, dónde se puede vivir sin miedo y dónde la solidaridad, el humanismo y el amor marcan la conducta de cada persona.
Se trata de una batalla de cada cual desde sus responsabilidades, y de todos con la fuerza de la verdad y el pensamiento abierto a posibles soluciones, alentados por el optimismo y la lealtad de cubanos y cubanas, presentes a lo largo de toda la historia.