Martí y Gómez arribaron la noche tormentosa del 11 de abril de 1895 a Playita de Cajobabo, en un bote que estuvo a punto de naufragar. “Salto. Dicha grande”, así describe Martí en su diario el momento tan esperado. Desde que desembarcó ante aquel imponente farallón hasta su muerte transcurrieron apenas treinta y ocho días.
En los campos de Dos Ríos aquel 19 de mayo cayó en combate el alma de la independencia cubana. No era un militar, pero asumió el compromiso de luchar por la libertad de su patria con la misma convicción con la que escribió y soñó con una Cuba soberana. Su muerte marcó un momento trascendental en la historia nacional, convirtiéndolo en símbolo de sacrificio y entrega absoluta.
La caída de Martí no detuvo el curso de la independencia, sino que lo fortaleció. Su pensamiento siguió guiando a los patriotas hasta la victoria definitiva en 1898, convirtiéndolo en la fuente de inspiración para generaciones posteriores.
Su legado para la juventud es defender los valores de justicia, amor a la patria y compromiso con el bienestar colectivo. Martí enseñó que la lucha es en el campo de batalla, en las ideas, en la educación, en el civismo y en elrespeto por la dignidad humana.
A 130 años de su sacrificio, Martí sigue siendo más que un héroe es el principio que ilumina los sueños de libertad y el modelo de la identidad nacional cubana.