El 16 de abril de 1961, Cuba se encontraba al borde del abismo. Un día antes, los cielos de la isla se habían oscurecido con el rugido de los bombarderos, preludio de una invasión que se cernía sobre sus costas. En medio de la incertidumbre y la amenaza, la Revolución Cubana, apenas nacida, se definía a sí misma y se preparaba para defender su futuro. Ese 16 de abril, tres hechos convergieron para marcar un punto de inflexión en la historia de la isla caribeña, un día que resonaría durante décadas: la declaración del carácter socialista de la Revolución, el nacimiento del Partido Comunista de Cuba (PCC), y la celebración del Día del Miliciano.
La mañana del 16 amaneció teñida de luto. Las explosiones del día anterior habían dejado una estela de muerte y destrucción, pero también una determinación férrea. En el Cementerio de Colón, frente a los féretros de las víctimas, Fidel Castro alzó la voz. En un discurso apasionado y desafiante, proclamó que la Revolución Cubana no era una revolución burguesa, ni una revolución liberal, sino una «revolución socialista».
«Eso es lo que no pueden perdonarnos», sentenció el Comandante en Jefe, refiriéndose a la hostilidad de Estados Unidos. La declaración resonó como un trueno, definiendo el rumbo ideológico de la Revolución y sellando la alianza con la Unión Soviética. Cuba, frente a la amenaza imperialista, eligió el camino del socialismo.
Pero la defensa de la Revolución no era solo una cuestión ideológica, sino también militar. Ese mismo día, en un esfuerzo por unificar las fuerzas revolucionarias, se sentaron las bases para la creación del Partido Comunista de Cuba. El Movimiento 26 de Julio, liderado por Fidel Castro, el Partido Socialista Popular (el antiguo partido comunista), y el Directorio Revolucionario 13 de Marzo, se unieron en un frente común bajo la bandera del marxismo-leninismo. La consolidación del PCC sería un proceso gradual, pero aquel 16 de abril marcó un hito en su gestación, uniendo las voluntades revolucionarias en un solo proyecto político.
La invasión era inminente. La tensión se palpaba en el aire. Pero Cuba no estaba sola. Las Milicias Nacionales Revolucionarias (MNR), formadas por hombres y mujeres de todos los ámbitos de la vida, se preparaban para defender su tierra. El 16 de abril se consagró como el Día del Miliciano, un tributo a la valentía y el compromiso del pueblo cubano en armas. Campesinos, obreros, estudiantes, intelectuales… todos se unieron en un solo frente, dispuestos a dar la vida por la Revolución.
«Eran hombres y mujeres comunes, sin entrenamiento militar profesional, pero con un profundo amor por su patria y una determinación inquebrantable», recuerda Elena, una antigua miliciana que participó en la defensa de Bahía de Cochinos. «No éramos soldados, éramos el pueblo en armas. Sabíamos que la invasión era una amenaza existencial, y estábamos dispuestos a defender nuestra soberanía hasta el final».
El 16 de abril de 1961 fue un día de definiciones, de riesgos y de esperanzas. Cuba gritó socialismo, se armó para defenderlo, y se preparó para resistir. Fue el día en que una pequeña isla caribeña desafió al imperio y se reafirmó como un faro de rebeldía y soberanía en el continente americano. Un día que, a seis décadas de distancia, sigue resonando en la memoria colectiva del pueblo cubano.