¡Cuidado, ahí viene el pregonero!


Detrás quedan aquellos pregones muy creativos, nunca ofensivos, ni prestos a la violencia verbal, por el contrario, muchos vecinos estuvieron al tanto de la hora y minuto del tránsito del carretillero, no tanto por los mangos, zapotes, piñas, cocos y aguacates bien dotados y baratos, sino por aquellas originales frases y palabras sueltas del artista anónimo que motivó a no pocos soneros, trovadores y coros del siglo XIX, aunque quedan los apuntes del costumbrismo que dominó las estrechas calles y callejones de mi Santiago de Cuba.

Hoy, brilla por su ausencia el pregonero creador, preocupado por su elegancia al proponer sus productos, colocarlos en adecuadas cestas y no al libre albedrío.

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Hoy, brilla por su ausencia el pregonero atractivo por su preocupación en la originalidad de sus frases y la elegancia al proponer sus productos con la carretilla y caballo bien engalanados. Foto: Santiago Romero Chang

Y en estos descuidos es notable el maltrato animal, la violencia verbal, la imposición de altos precios y los engaños a la orden del día como nuevas señales que borran de un porrazo aquellos memorables pregoneros que poblaron a la ciudad santiaguera.

Fueron tantos los aportes de los pregoneros de ayer que influenciaron en la música, la danza, en las artes plásticas, en el teatro callejero, en el baile, la poesía, en la narrativa, la política y en los estudios de la comunicación social en las comunidades. Hasta un festival del Pregón surgió en Santiago de Cuba y hoy no existe aquí, pero sobrevive con el respaldo de otros gobiernos provinciales y municipales del occidente nacional.

La diferencia también la marca los renglones en ventas, una buena parte ilegales y en abierto desafío a las ordenanzas gubernamentales, por ejemplo, hoy usted puede hallar el pregón de todo tipo de medicamentos, nacionales y extranjeros, para el recién nacido como el indispensable para el enfermo grave en terapia intensiva. Además, se incluyen productos de alta demanda popular como: “¡Arriba, el café de la tarjeta… el café de tienda!”, “¡Coge aquí tu aceite de shopping!”, “¡Hay arroz, blanquito, de exportación”! o “¡Compro cualquier pedacito de oro o enchapado de plata!”.

La desobediencia y la corrupción también tienen sus pregones enmascarados o abiertos “…y no pasa nada”, periodista. Me dice Lola Vázquez, una ochentenaria del reparto Versalles, precisamente, cuando –inoportunamente- surge la estridencia por parte de un joven desconocido con dudoso pregón que se posicionó en los barrios santiagueros: “¡Hay pan, el que llena!”, y nada menos cuando hace tres días no se vende el regulado por la tarjeta. De pronto, detrás en claro desafío, otro grita, no pregona: “¡Coge aquí tu dólar, a 380, baratico!

Sucede que no hace falta investigar quiénes están en la ilegalidad diaria y bien jugosa, porque es evidente la inoperatividad de los responsables de los gobiernos en muchas localidades santiagueras y el impacto social que tienen estos “pregoneros” en el descontrol económico y financiero, muchas veces, son quienes socializan los precios desordenados, tomados por error como referentes para nuevas tarifas estatales.

Adiós al “limón, el limonero, entero te gusta más”, “mango, mangúo eh, eh, yo quiero de bizcochuelo como le gusta a usted”, “hay escoba, escobita y escobero” o “maní, si te quiere divertir, cómete un cucuruchito de maní”. Por el contrario, aparece cualquiera mal vestido y pronunciado con una lata y un palo o pedazo de hierro, golpes tras golpes, sin decir nada, para acentuar el sonido onomatopéyico que deja por sentado que se vende maní.

El panadero irrumpe con el silbato estremecedor a las 2, 3, 4 y 5 de la madrugada “¡Vaya, el que llena!”, sí, es verdad, llena, pero de ilusiones, porque es una bolita comparable con cualquier pelota de tenis de mesa y mucho menor cuando logras doblarlo hasta cuatro veces, pero vale 25 pesos y en ocasiones hasta treinta o más, si es acompañada con una ilusión de jamonada o cualquier tipo de salsa que alguien acuñó como “picadillo de pollo”.

A dónde fueron a parar los legados de aquellos pregoneros, en su mayoría, con bajo nivel escolar, pero muy alto en la asimilación de la enseñanza familiar, el respeto, la moral y toda la educación cívica que forjó una pléyade de vendedores ambulantes, quienes dejaron su impronta para los emprendedores de hoy, en su mayoría, sin interiorizar en la moraleja de aquellos pregones muy creativos, nunca ofensivos, ni prestos a la violencia verbal.

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«Pregono desde hace más de 20 años. Nunca me ha gustado que nadie me mantenga; el trabajo no mata a nadie. Yo trabajé casi 50 años en círculos infantiles y he caminado todos los montes cercanos: trillé café, estuve en la caña y la construcción, sembré árboles en los alrededores de la ciudad, sembré café caturra en Campo Rico, Tercer Frente; estuve en Naranjo Agrio recogiendo café. Y luego cogí mi canasta y salí a la calle». Foto: José Rubiera

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Joel @ No todo está perdido
abril 11, 2024 at 1:44 am
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