Guerrilla rumbo a La Concordia, en Juraguá

Si subir lomas hermana a hombres y mujeres como acentuó Martí, esta vez un proyecto comunitario refundó el pensamiento, los saberes, conquistó las alturas desconocidas por muchos, nada menos, ubicada en el propio Santiago de Cuba donde se dijo por estos challegers criollos: ”¡Este es el camino a emprender!”

Esta vez, la cita cursó muy rápido por Whatssap, Facebook, Messenger y la telefonía móvil, principalmente, a partir del anuncio que hiciera el amigo Jorge Luis, profesor de Tai Chi, un retirado, pero no jubilado combatiente de la seguridad del Estado, defensor de los predios de La Gran Piedra, Siboney, Baconao y del propio Juraguá hacia donde fuimos por nuestra propia cuenta hacia la exploración de un entorno muy majestuoso.

Allá, camino hacia las ruinas de La Concordia nos sorprendió el sol con el regalo de los tenues rayos sobre el horizonte, luego, aquellas siluetas de las montañas se tornaron más nítidas, mientras la Guerrilla subió por caminos entre cactus, helechos, malanguetas, palmas reales, cocoteros, mamoncillos chinos, tamarindos y toda una maleza que aumentó por los trillos encumbrados donde el aire es muy húmedo y el peligro acecha por los farallones que advierten ríos y cañadas en una pendiente resuelta a más de doscientos cincuenta metros en caída libre.

Es una región llena de ruinas de los cafetales franceses y de túneles implicados en la explotación minera descontrolada, además, de otras huellas muy evidentes de la intervención estadounidense en 1898.

En La Concordia existen poblaciones de cactus, higueretas, yagrumas (también conocida como yarumo, guarumo o guarumbo) de hasta dieciséis pulgadas de diámetro y veinte metros de altura, muy difundidas contra las verrugas, callos, herpes, úlceras, disentería y enfermedades venéreas, sin embargo, pocos prestaron atención a estas propiedades y en una parada espontánea, se le rindió respeto a este árbol centinela del monte, que ofrenda a Osaín, Orula e Ifá y también para la Madre Yemayá, Shangó y Oyá.

Sorpresa hallar un surtidor natural gracias a los manantiales y ríos que vienen desde la sierra, además, de un regulador antiguo que filtra el agua y pule las piedras al caer el flujo a tres metros de altura, pero con una fuerza, en ocasiones, muy peligrosa, en temporada ciclónica.

La Guerrilla integrada esta vez por veinticinco santiagueros decidió acampar al mediodía, después de tres horas de andares por un camino lleno de rocas con alto contenido de hierro y magnetita, quizás las causantes del desorden en la cobertura móvil, no así de nuestro empeño en redescubrir un entorno muy pintoresco que nos reservó más sorpresas.

Mientras la mitad de la guerrilla tomó su descanso, la otra parte avanzó hacia un monte muy tupido por los helechos y raíces gruesas, gracias a la proximidad del rio y a la defensa natural de dos lomas que permiten un perfecto invernadero natural, allá había algo y advertí que era la respuesta a mi duda desde el inicio: ¿cómo un bosque tan conservado y cubano no tenga un árbol más sagrado aún?

Y así brillaron mis ojos cuando encontré a una ceiba de más de dos siglos y medio, a juzgar por su grueso tronco, las numerosas raíces tan anchas y pronunciadas que delimitan el lugar sagrado en aquel aposento natural donde ella es dueña y señora, reina y forjadora, tan resistente como altiva y madre que se respeta. Visible su ojo en el centro del tronco, una curiosidad que desencadenó una lluvia de fotos cuando diserté sobre este árbol sagrado y cultivado por mí durante más de veinticinco años.

Los presentes besaron el tronco, pasaron sobre él las manos y luego hicimos un intento de abrazar a la ceiba y fue imposible por el ancho desmedido y la pendiente próxima marcada por el humus que la mantiene fértil y a tan sólo cincuenta metros de un monte de yagrumas que simulan una familia que va loma arriba.

Antes del regreso, decidimos bañarnos en el río, lanzar una moneda y dejar constancia de la necesidad del cuidado de este entorno que bien tiene ganado su nombre en más de un siglo: La Concordia.

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Joel @ No todo está perdido
abril 11, 2024 at 1:44 am
Son los jóvenes quienes, en mayoría, llevan el mayor peso del quehacer cotidiano del país. Así ha sido siempre. No…
El secretismo no es política de estado, sin embargo, hay directivos en entidades que lo practican...
Hay que adelantarse a los acontecimientos. La ingenuidad en la comunicación, cuesta.
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