En Rajayoga, un barrio ubicado al este de la Ciudad y colindante con el famoso reparto de Vista Alegre, predominan las viviendas multifamiliares en lugar de casas individuales. La diferencia radica en que Vista Alegre termina donde comienzan los edificios multifamiliares y sus residentes disfrutan de un mayor confort; no hay razón para ocultarlo ni negarlo.
Sin embargo, cuando hablo de mi barrio, me gusta describirlo a partir de mi propio edificio o de las personas con las que me encuentro frecuentemente a lo largo del día ya sea en el pasillo de la escalera, a la entrada o salida del edificio, en las reuniones del Comité de Defensa de la Revolución (CDR), en las asambleas de rendición de cuentas del delegado a los electores, en la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana, en la bodega o en el mercado de productos agropecuarios…
Hay vecinos que se acuestan temprano, mientras que otros prácticamente no duermen y deambulan por los alrededores; algunos hacen más ruido que otros al subir o bajar las escaleras; en resumen, «hay de todo como en la viña del señor».
También están los «atletas» del barrio, que pasan muchas horas del día jugando al fútbol cuando no están en la escuela; aunque duela, ya no se ven a aquellos que antes no soltaban el bate, la pelota y los guantes, símbolos de nuestro deporte nacional.
Algunos vecinos también tienen mascotas, y tener perros en los apartamentos se ha vuelto una moda. Arandela, Cacharro, el Lento, Tribilín, Negrita, entre otros, son los nombres más comunes de los canes que, ocasionalmente, visitan el edificio y se vuelven familiares para la mayoría de los vecinos, quienes los alimentan y los “cuidan”. Estos perros, a su vez, nos alertan cuando hay visitantes inesperados. También hay gatos en el barrio.
En cuanto a los sonidos que predominan en el barrio y sus alrededores, los pregoneros se llevan la palma: «¡El pan que llena a 25, el ajo a 10 pesos la cabeza, si es de los grandes, a 30!, ¡La cebolla morada y blanca, cómprala vecina!, ¡Tengo cuchillas de afeitar, pintura de uñas y agujas de mano y de máquina!, ¡La cuerúa a 20 pesos, dale que me quedan pocas!, ¡Hay chupa chupa a 50!, ¡Compro cualquier pedacito de oro o plata, frasquitos de perfume, balitas de refresco, botellas de cerveza Parranda!», y así sucesivamente. Creo que lo único que no se pregona son las ventas de armas, barcos y aviones…
En el barrio, en ocasiones, algunos vecinos suben el volumen de sus equipos de música más de lo debido o sueltan algunas «malas palabras». También le gritan al panadero «¡oyeee subeeee!». Como buenos cubanos, también se cultivan los chismes, especialmente en las colas del pan, la bodega y el gas licuado; se opina sobre cualquier asunto en cualquier esquina, sin embargo, lo que nos caracteriza a la mayoría es la familiaridad, la ayuda mutua y el respeto.
En fin, EL BARRIO PUEDE SER LA MEJOR FAMILIA.