La pupila útil

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Órgano Oficial del Comité Central del Partido Comunista de Cuba.
Rubén Martínez Villena, el hombre al que el Generalísimo Máximo Gómez le vaticinó una vida con luz plena de mediodía, se fue del mundo el 16 de enero de 1934, hace hoy 90 años

Autor: Madeleine Sautié

A los que viven solo para sí, bien puede parecerles un dislate la idea de renunciar al brillo personal –y con él la supuesta «dulce» vida–, para consagrar la existencia a una causa mayor y colectiva. En la historia de Cuba, no son pocos los que integran la heroica tropa. Dueños de «una fuerza concentrada, colérica, expectante», y conscientes de que no hay gozo mientras haya algo grande que hacer, crecen «hasta lo inmensurable», no «por la fútil vanidad de ser grande», sino porque darse al bien común se les vuelve una obsesión.

Rubén Martínez Villena, el hombre al que el Generalísimo Máximo Gómez le vaticinó una vida con luz plena de mediodía, se fue del mundo el 16 de enero de 1934, hace hoy 90 años. Se fue, dejando esa aureola iluminada, en la que creyó todo un pueblo. El pueblo que lo despidió, banderas rojas en alto, cantando La Internacional.

De encendida inteligencia y gran sensibilidad, Rubén despuntó desde niño como un ser magnánimo, solícito y justo, dado a proteger a los más frágiles. Apasionado por el misterio literario, rimó versos a los diez años, y a los 12 escribió un cuento. Brillante fue su estancia en el Instituto de La Habana, donde cursó el bachillerato. Mientras obtenía resultados sobresalientes, y escogía el Derecho como carrera, una fuerza le arremolinó el alma y supo que sería el poeta.

Porque todo se le hizo verso, escribió poemas como Peñas arriba, La pupila insomne, El anhelo inútil, El rescate de Sanguily. Porque encontró en el verso un canal perfecto para verter sus emociones, firmó textos como El gigante y Canción del sainete póstumo, considerados estos últimos, por José Lezama Lima, entre los mejores poemas cubanos escritos hasta 1960.

Pudo haber vivido de su incuestionable talento, pero a Villena no le importaron más sus versos que su patria. En su afán de librarla de tiranos, el incansable luchador comunista encabezó la Protesta de los Trece, organizó mítines, sufrió persecuciones, redactó manifiestos, elevó su voz para denunciar crímenes, dirigió la Huelga General que derrocó a Machado, a quien llamó Asno con garras.

En un poema / epístola de profunda reflexión política, escrito en 1923, desde la cárcel, y dirigido a su amigo el poeta José Torres Vidaurre, pidió una carga para matar bribones, / para acabar la obra de las revoluciones. Otro cubano de su estirpe, 30 años después, asaltaría el Cuartel Moncada junto a un grupo de jóvenes como lo era entonces Rubén. Al cumplirse el XX aniversario de aquel hecho, su protagonista, frente a un pueblo ya libre, elevó su voz: «Desde aquí te decimos, Rubén: ¡El 26 de Julio fue la carga que tú pedías!». Entonces fue la ovación.

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Joel @ No todo está perdido
abril 11, 2024 at 1:44 am
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