¿La profe Martha, más de 55 años como educadora?

Martha Bestard Ros es una santiaguera amable, solidaria, cariñosa e inquieta. Es común encontrarse con ella en la cola del pan, en la bodega, en la farmacia o en una charla improvisada en cualquier otro lugar.

Recientemente, tuve la oportunidad de compartir un trayecto en una de las rutas de guagua que van hacia el hospital Juan Bruno Zayas (conocido como el clínico) al este de la ciudad, y nos bajamos en la parada de Avenida Manduley y calle 17 en Vista Alegre. Durante el corto recorrido hasta la escuela secundaria básica de Rajayoga (unas 4 cuadras), más de cinco personas la saludaron efusivamente: «¡Hola profe!», «¡Buenos días profe!», «¡Hace tiempo que no la veía, profe!», entre otros elogios y muestras de cariño.

Martha, quien es muy conversadora, no solo respondía a los saludos, sino que se detenía y conversaba durante unos minutos con sus exalumnos; pacientemente la esperé y cuando tuve la oportunidad, le pregunté si había sido profesora. «Sí, lo fui durante más de 55 años, incluyendo la etapa de alfabetización; en el 2020, debido a la pandemia y a mi condición de persona vulnerable por la edad, me enviaron a casa; después decidí no regresar», me respondió.

Martha es profesora de español y literatura, y como habrán podido apreciar, es una excelente anfitriona; si descuidas el tiempo, puedes pasar horas conversando con ella. Durante la mayor parte de su carrera como docente, se dedicó a enseñar en escuelas como la Secundaria Básica de Alto Songo, la Ciudad Escolar 26 de Julio, la Félix Varela y la pedagógica Pepito Tey de Santiago de Cuba; además, fue alfabetizadora y estudió e impartió clases de Taichí a grupos de adultos en Rajayoga, donde reside.

Dado que me la encontraba en cualquier lugar de la ciudad y en momentos inesperados, le pregunté si no se cansaba; Martha contestó: «el transporte está tan malo que, si te quedas esperando en una parada, pierdes mucho tiempo y dejas de hacer muchas cosas, por eso, si paso y para alguna guagua, me subo; de lo contrario, espero unos minutos y si no llega, sigo mi camino».

El último domingo nos encontramos en la cola del pan y Martha me comentó que tenía ganas de tomar cerveza y fumar tabaco, pero como no era posible en ese momento, decidió ir a casa de su amiga Xiomara en el edificio 24 para tomar café. Sin decirle nada, fui a mi casa, tomé mi teléfono y me dispuse a sorprenderla para hacerle una foto en el lugar donde me había dicho que estaría, para mi sorpresa, cuando llegué, me la encontré charlando en los alrededores de otro apartamento: «aquí, haciendo radio con María Victoria», me dijo.

Puedo asegurarles que Martha es una persona muy querida en Rajayoga y en otros barrios de la ciudad de Santiago de Cuba; no solo dejó su huella como educadora, sino que también participó con orgullo en los comités de defensa de la revolución (CDR), en la federación de mujeres cubanas (FMC) y en las milicias nacionales revolucionarias en las especialidades de zapadora y ceremonias.

Martha Bestard Ros no ha podido apartarse completamente de la docencia porque, cuando menos se lo espera, «aparece alguien que necesita repasar algunos contenidos» y ella no se molesta por este reconocimiento, sin embargo, lo que más tiempo le ocupa es el amor que profesa a Jorge, su compañero de 58 años, a sus dos hijos Kendra y Jorgito, y a sus tres nietas Indira, Zadira y Zamira.

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