“No hay más que un medio de vivir después de muerto: haber sido un hombre de todos los tiempos…” aquellos “…dispuestos para guiar sin interés, para padecer por los demás, para consumirse iluminando…” y “… ardientes, en quienes con todos los tormentos del horno, se purifica la especie humana”. Así dijo José Martí y se confirma en el decurso histórico de Cuba y América, hombres que devienen monumentos eternos de la humanidad.
Han transcurrido 56 años del asesinato en Bolivia de aquel hombre de cualidades extraordinarias, en momentos que abría surcos para proveer de vida a una población sometida a una dictadura sangrienta, por títeres del imperio norteamericano, a ese hijo insuperable de toda América, Ernesto Guevara de la Serna.
¡¿Qué decir del Che que no se haya dicho? Los cubanos conocemos de sus hazañas grabadas en los senderos montañosos y abruptos de la Sierra Maestra; de su entrega desmedida al triunfo, de su altruismo, de su lealtad a la obra, esa que marcaría en su conciencia y capacidad guerrillera la necesidad de hacerla extensiva a otras geografías, presas de la miseria, la explotación y la muerte.
¡Qué decir de aquel hombre que abrazó al archipiélago como suyo, que trazó pautas y paradigmas en el trabajo; que vislumbró un hombre nuevo sin percatarse de que era especial portador de esos valores, exclusivos para una condición humana superior. Entonces sobran palabras ante la fiel revelación de esa estatura de revolucionario, imprescindible para vencer batallas y siempre presente más allá de la historia.
Hoy y siempre, Cuba y toda América piensa en ti, de cuán necesario es verte multiplicado por las praderas y ciudades, entre las poblaciones latinas aun presas de hambrunas, insalubridad e ignorancia, latientes y desafiantes a una conciencia, cada vez, más osada y lúcida. También te necesitamos aquí para potenciar el camino de la resistencia con esa dignidad propia de la Patria de Martí y de Fidel.
Querido Comandante Guerrillero, este pueblo que te asumió como hijo se enfrenta a circunstancias difíciles, porque aunque no le haya proporcionado ni un tantico de oportunidad al enemigo, este sigue ensañado en sojuzgar a los cubanos por su vigorosa intransigencia, como si cada día fuera un Baraguá; sigue dibujando maravillas engañosas para conquistar sequitos en una guerra mediática impar y, a la par, trata de estrangular con sus garras de rapiña, la tranquilidad y el proyecto de un país de hombres y mujeres, quienes siempre se levantan y alimentan la obra con amor.
Che querido, los cubanos sabemos que cabalgas junto a Camilo y Fidel con las manos extendidas y atadas a este pueblo, a esa inmensa mayoría, que batalla ante los escollos objetivos y subjetivos, lacerantes, pero irremediablemente destinados a un sepulcro, con la misma fortaleza adquirida en otros momentos difíciles, lo que hoy, al amparo de la inteligencia y la unidad, también se logrará, con esa confianza determinante, que nos enseñaste: ¡Hasta la victoria, siempre!
