“A Caballo venimos” con el clarín de La Demajagua

Casi veinte años después del alzamiento en La Demajagua, nuestro Héroe Nacional José Martí reanudó las reuniones de la emigración patriótica cubana de Nueva York en 1887, al calor de aquel grito de libertad que conmemoró el autor de “A caballo venimos”, como dijo un ilustre santiaguero al comentar sobre el discurso martiano cargado de imagen “ante la numerosa audiencia que colmó la amplia Sala Hardman” el 10 de octubre de 1891.

Una de las frases martianas más ardiente y preclara fue aquella en la que consignó: “que no es la hora todavía de aflojarle el freno a la cabalgadura”.

Martí erguido se dirige a los presentes y habla de la continuidad, del relevo y reconocimiento a los que siguieron a Céspedes: “¡A todos los valientes, salud, y salud cien veces, aunque se hayan empequeñecido o equivocado!”. Estuvo muy seguro que la campaña mayor sería un desafío enorme, pero una “guerra necesaria”.

Cierto que hoy tenemos que recurrir mucho más aquel discurso martiano del 10 de octubre de 1891, con palabras muy “comprensibles” y cual pieza patriótica debemos evocar siempre; porque el Maestro abordó temas cardinales del programa revolucionario y con este encuentro confirmó el papel de los emigrantes en defensa de su identidad, cultura y nacionalidad, tres cosas que se fundaron mejor a través de los años después de aquel alzamiento en la Demajagua.

La guerra cubana echó andar con el paso diferente que dio el Padre de la Patria, equivocados o no, perfectos o con sus contradicciones, pero fueron “por nuestro decoro de hombres; aquellos son carne nuestra, y entrañas y orgullo nuestros, y raíces de nuestra libertad y padres de nuestro corazón, y soles de nuestro cielo y del ciclo de la justicia, y sombras que nadie ha de tocar sino con reverencia y ternura.” Acuñó el pensador, el periodista y poeta ante los presentes en el Hardman Hall de Nueva York.

 iY todo el que sirvió, es sagrado! El que puso el pie en la guerra; el que armó un cubano de su bolsa; el que quiso la redención de buena fe, y le sacrificó su porvenir y su fortuna, ya lleva un sello sobre el rostro, y un centelleo en los ojos, que ni su misma ignominia le pudiera borrar luego.  iY A todos los valientes, salud, y salud cien veces, aunque se hayan empequeñecido o equivocado! Y este culto a la Revolución, que sería insensato si no lo purgase.”

Me pregunto cuánta emoción hubiera tenido Carlos Manuel de Céspedes si por dicha divina conociera de este discurso, primero, saber de un líder que le nacía a la Patria; segundo, un organizador por excelencia, y tercero, el brillante orador que persuadía con su tono, cadencia y la elegancia del verso vivo al decir: “¡nosotros no somos aquí más que el corazón de Cuba, en donde caben todos los cubanos! (…) Aquí hemos estudiado las causas reales y complejas de la derrota de la Revolución (…) Con el dolor de toda la patria padecemos, y para el bien de toda la patria edificamos, y no queremos revolución de exclusiones ni de banderías (…) Razón y corazón nos llevan juntos.

Vaya actualidad de aquella prosa martiana que vio a una emigración –en su mayoría patriótica- que habla de lo hecho por el bien común y no de los defectos, no temerosa, ni enfermiza, no sumisa, ni desanimada, “en puntas sobre las sepulturas de negros y de blancos, caídos envueltos en el mismo pabellón.”

José Martí al evocar el 10 de octubre y los hechos que sucedieron a continuación dijo que “no cometeremos los mismos errores de ambas Américas, de la nuestra y de la otra (…) ajustemos las leyes de nuestra tierra original a su composición histórica (…) estamos a las puertas de un crítico goloso e impaciente (…) y salta la alerta ante la visión de “la época larga de desigualdad y languidez que pudiera darle la razón para echarse sobre el pueblo incapaz, o darnos razón para desconfiar de nosotros mismos.”

Martí era sólo un adolescente de poco más de 15 años cuando Carlos Manuel de Céspedes dio la libertad a sus esclavos. Veintitrés años después de aquel alzamiento, este es el discurso del joven, todo un líder.

Y sucedió que el discurso de Martí del 10 de octubre de 1891, no fue corto, pero si cargado de una prosa diferente ante el exilio cubano, y hubo más…, cuál premonición en sobresalto de lo que sucedería el 19 de mayo de 1895, porque el Apóstol estuvo consciente del peligro que acechaba en cada minuto y en su proselitismo revolucionario aludió la leyenda del coronel cuya cabeza cercenó una bala de cañón y entró así moribundo entre las filas del enemigo con el llamado al combate, vean cómo el Maestro acuña con toda elegancia su discurso: “ni el jinete cayó de su montura ni bajó su brazo el sable: iY se entró por los enemigos en espanto y en fuga el coronel descabezado! Pues así somos nosotros amigos de la humildad y del sacrificio. ¡Éntrese nuestro caballo por el invasor, y espántelo y derrótelo, aunque no se les vean a los jefes la cabeza!”.

Tres años antes, precisamente, en otro homenaje por el 10 de octubre, el joven José Martí sentenció: “Nosotros no morimos. ¡Nosotros somos las reservas de la patria!.”, por eso, el 10 de octubre de 1891 concluyó el Apóstol y Héroe Nacional:

“A Caballo venimos”

Autor

Destacadas
Comentarios
Jornadas de trabajo intenso; en esta cobertura tuve la oportunidad de acercarme a personas revolucionarias y aman y honran la…
blank
Joel @ No todo está perdido
abril 11, 2024 at 1:44 am
Son los jóvenes quienes, en mayoría, llevan el mayor peso del quehacer cotidiano del país. Así ha sido siempre. No…
El secretismo no es política de estado, sin embargo, hay directivos en entidades que lo practican...
Hay que adelantarse a los acontecimientos. La ingenuidad en la comunicación, cuesta.
0 0 votes
Article Rating
Subscribe
Notify of

0 Comments
Inline Feedbacks
View all comments
0
Would love your thoughts, please comment.x
()
x