A 70 años del alegato de Fidel en Santiago de Cuba

Un dibujo, tan sólo eso fue lo que permitió la censura el 21 de septiembre de 1953 sobre el juicio del Moncada, claro, a la dictadura de Batista no le convenía caer en evidencia con fotos de los jóvenes asesinados después de la tortura, mucho menos, dar a conocer a Fidel como líder de aquel movimiento 26 de Julio, valiente y de acusado a acusador con su maestría oratoria y capacidad para denunciar el abuso dentro del ejército contra el pueblo.

La instrucción de la Causa 37 del Tribunal de Urgencia de Santiago de Cuba se hizo por la Sala de Vacaciones, porque los hechos fueron en el mes de julio, sin embargo, no fue esa Sala la que juzgaría a los asaltantes al Moncada, sino la Primera con sus magistrados, Fiscal y personal ordinario, una vez que cesaron las vacaciones.

Los dos primeros días de la Sala, 21 y 22 de septiembre de 1953, fueron de examen como acusado, del doctor Fidel Castro Ruz, quien desde el primer momento se declaró jefe del movimiento de la Generación del Centenario. Al ser llevado esposado ante el tribunal, Fidel protestó y obligó al Presidente de la Sala a dictar orden de retiro de las esposas. Ése fue el primer acto de acusado a acusador.

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Un dibujo, tan sólo eso fue lo que permitió la censura el 21 de septiembre de 1953 sobre el juicio del Moncada. Foto, MsC. Santiago Romero Chang.

Fidel desmintió que hubo complicidad con Ramiro Arango Alsina, personaje del ex presidente Carlos Prío Socarrás y portador de «un millón de pesos», según se mintió  en el Sumario acusatorio. Ahí fue cuando sentenció Fidel la famosa frase inmortal: «Nadie debe preocuparse de que lo acusen de ser autor intelectual de la Revolución, porque el único autor intelectual del asalto al Moncada es José Martí, Apóstol de nuestra independencia».

Sucedió que Fidel, como abogado exigió el 21 de septiembre de 1953, el derecho para asumir su propia defensa. Fue retirado luego, en la tercera sesión del juicio, celebrada en la Sala del Pleno del edificio de la Audiencia; pero su alegato de autodefensa, conocido como La Historia me Absolverá, fue pronunciado el 16 de octubre del propio año, en una sala de justicia improvisada en una pequeña salita del Hospital Civil de Santiago, era el cuarto de estudio de las enfermeras donde Fidel alegó:

«Como resultado de tantas maquinaciones turbias e ilegales, por voluntad de los que mandan y debilidad de los que juzgan, heme aquí en este cuartico del Hospital Civil, adonde se me ha traído para ser juzgado en sigilo, de modo que no se oiga, que mi voz se apague y nadie se entere de las cosas que voy a decir».

Fidel fue llevado a la salita principal de enfermería en el otrora Hospital Civil Saturnino Lora, donde 21 de sus compañeros asaltantes entraron a la gloria, entre ellos, el líder Abel Santamaría Cuadrado, el Doctor Mario Muñoz, las sobrevivientes Melba Hernández y Haydée, más Ramón Pez Ferro, salvado por un veterano de la guerra de independencia quien dijo que era su familiar acompañante.

Recuerdo que Pez Ferro me contó que el veterano le dijo “¡Ven, acuéstate conmigo y tápate, no te va a pasar nada!”, y así fue. Silvia Polo era una de las jóvenes estudiantes de enfermería, y en 1985 también me ratificó ése testimonio, incluso, recordó cuando conducían a Fidel hacia la salita de estudio de las enfermeras del Hospital Civil donde le hicieron el juicio. “Iba con un sacó azul oscuro sus pasos resueltos, impresionó por su estatura, serenidad y la mirada”.

Aquel 16 de octubre de 1953, Fidel Castro Ruz ya no estuvo en la Sala de la Audiencia del Palacio de Justicia, sino en el Hospital Civil en un juicio censurado, pero como abogado, ejerció su propia defensa en la Causa 37 en las más difíciles condiciones y frente a toda clase de irregularidades, así pronunció su trascendental alegato conocido como La Historia me Absolverá:

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El único autor intelectual del asalto al Moncada es José Martí, Apóstol de nuestra independencia», Fidel. Foto, MsC. Santiago Romero Chang.

«En este juicio se está debatiendo algo más que la simple libertad de un individuo; se discute sobre cuestiones fundamentales de principios, se juzga sobre el derecho de los hombres a ser libres, se debate sobre las bases mismas de nuestra existencia como nación civilizada y democrática».

La tiranía quiso encerrar la verdad en la pequeña salita del hospital Saturnino Lora, de Santiago de Cuba, donde se celebró aquella sesión del juicio por los sucesos del asalto al cuartel Moncada. Aislada por las bayonetas y la censura, entonces, el régimen batistiano se propuso impedir que se oyera la voz de la Revolución e impuso una cortina de silencio en torno a las palabras del jefe del movimiento revolucionario que protagonizó las acciones patrióticas del 26 de Julio de 1953.

Pero lo sucedido en los días que siguieron y, particularmente, aquel 16 de octubre de 1953 confirmaría con creces la fuerza real de aquel pensamiento de José Martí: «Un principio justo desde el fondo de una cueva puede más que un ejército«.

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Fidel fue conducido hacia la salita de estudio de las enfermeras del Hospital Civil donde le hicieron el juicio. Hoy museo. Foto: MsC. Santiago Romero Chang.

Cruda y valiente denuncia al carácter anticonstitucional del régimen, a sus crímenes y atropellos; análisis profundo de la realidad cubana de la época, La Historia me Absolverá —justamente considerada como el documento más trascendental del periodo republicano— fue, sobre todo, una eficaz arma de la lucha política posterior para el derrocamiento de la tiranía y los objetivos de liberación nacional ante un régimen sanguinario que despreció hasta sus propios soldados y clases:

(…) los militares están padeciendo una tiranía peor que los civiles. Se les vigila constantemente y ninguno de ellos tiene la menor seguridad en sus puestos: cualquier sospecha injustificada, cualquier chisme, cualquier intriga, cualquier confidencia es suficiente para que los trasladen, los expulsen o los encarcelen deshonrosamente. ¿No les prohibió Tabernilla en una circular conversar con cualquier ciudadano de la oposición, es decir, el noventa y nueve por ciento del pueblo?… ¡Qué desconfianza!… ¡Ni a las vírgenes vestales de Roma se les impuso semejante regla! Las tan cacareadas casitas para los soldados no pasan de trescientas en toda la Isla y, sin embargo, con lo gastado en tanques, cañones y armas había para fabricarle una casa a cada alistado; luego, lo que le importa a Batista no es proteger al Ejército, sino que el Ejército lo proteja a él; se aumenta su poder de opresión y de muerte, pero esto no es mejorar el bienestar de los hombres”.

El pensamiento revolucionario que se expresó en ese alegato puso en primer plano la necesidad de luchar por la toma del poder político para iniciar la solución de los problemas existentes en el país y fue la proyección de un ideario político y de acción, donde se expuso con claridad meridiana lo que se conoce como el Programa del Moncada, o sea, la solución al problema de la tierra, la industrialización, la vivienda, el desempleo, la educación y la salud, entre otros males.

Era lo más avanzado que se podía plantear en las condiciones históricas de la Cuba de la época; un programa de liberación nacional, democrático y popular, que unía a todo el pueblo oprimido. Una lectura cuidadosa —como lo ha dicho Fidel— evidencia que nos apartábamos por completo de la concepción capitalista del desarrollo económico y social.

La Historia me Absolverá, cuya lectura siempre resultará básica e indispensable para cualquier revolucionario cubano, resume los anhelos seculares de nuestro pueblo. Como también en su tiempo fueron la de Carlos Manuel de Céspedes en la Declaración de Independencia, y la de José Martí y Máximo Gómez en el Manifiesto de Montecristi.

Aquel alegato, más que una pieza oratoria de autodefensa, representó la expresión del interés nacional. Transcrito con el mayor sigilo y patriotismo, por el abogado acusador, que auguró un futuro victorioso para Cuba y América Latina, reconstruyó el discurso en la prisión de Isla de Pinos y este fue impreso y distribuido clandestinamente. Se había planteado que ése era el primer deber que él y sus compañeros tenían con los que murieron.

Fidel escribió desde la prisión a Haydée Santamaría y Melba Hernández, encargadas de imprimirlo: «Si queremos que los hombres nos sigan hay que enseñarles un camino y una meta digna de cualquier sacrificio. Lo que fue sedimentado con sangre debe ser edificado con ideas».

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La tiranía quiso encerrar la verdad en la pequeña salita del Hospital Saturnino Lora, de Santiago de Cuba, donde se celebró aquella sesión del juicio en el mes de octubre, pero iniciado el día 21 de septiembre de 1953 en el Palacio de Justicia por los sucesos del asalto al cuartel Moncada. Foto: MsC. Santiago Romero Chang.

Así Fidel improvisó su alegato de defensa del Moncada, fuera de la Sala del Pleno de la Audiencia de Oriente, donde inició el juicio el 21 de septiembre, y del cual se le separó días después, arbitrariamente, pero eso no impidió que su encendido texto emergió invencible la imagen de los héroes y los mártires del 26 de Julio de 1953 y se hizo irreversible el camino revolucionario de nuestro pueblo, como definitiva también fue la jefatura de Fidel que dejó en aquel juicio el impacto de su proclama final:

¡Condenadme, no importa, la historia me absolverá!

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Jornadas de trabajo intenso; en esta cobertura tuve la oportunidad de acercarme a personas revolucionarias y aman y honran la…
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Joel @ No todo está perdido
abril 11, 2024 at 1:44 am
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El secretismo no es política de estado, sin embargo, hay directivos en entidades que lo practican...
Hay que adelantarse a los acontecimientos. La ingenuidad en la comunicación, cuesta.
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